viernes, 30 de marzo de 2012

En caída libre y sin paracaídas

La actual crisis económica continúa sin apenas mostrar pequeño destello de luz al final del túnel para España y el resto de economías europeas, con especial alusión a las periféricas. Éste es el quinto año desde que comenzó la crisis y desde entonces el desempleo ha sumado 3.481.700 parados en la economía española, hasta alcanzar un nuevo récord: 5.273.600 personas (dato de la Encuesta de Población Activa para el cuarto trimestre de 2011). Como es sabido, la finalización del modelo productivo anterior, basado en la “burbuja” inmobiliaria, dejó al desnudo las carencias estructurales de la economía española, evidenciando un claro problema de falta de competitividad. 

El Gráfico 1 muestra la relación existente entre el peso del sector de la construcción sobre el PIB el año anterior al comienzo de la crisis -año 2006- y la diferencia en puntos porcentuales de la tasa de desempleo durante la misma -periodo 2007/2011-, a nivel comparativo para 11 países de la Unión Europea. Este gráfico evidencia que España es el país que peores resultados presenta con respecto al resto de países, especialmente en cuanto a la evolución de la tasa de paro -con un aumento del 13 por ciento en la crisis-, seguida de Irlanda y Grecia -con un crecimiento del 10 y 4 por ciento de forma respectiva-, siendo éstas las tres regiones donde el peso de la construcción sobre el PIB fue mayor entre los países analizados antes del inicio de la crisis económica. 

Gráfico 1. Relación entre el peso de la construcción sobre el PIB en el año 2006 y evolución de la tasa de desempleo para el periodo 2007-2011, para la UE-12
Fuente: Elaboración propia con datos de Eurostat.


martes, 27 de marzo de 2012

Por un trabajo decente y unas libertades colectivas plenas

El pasado viernes 23 de marzo, un numeroso grupo de catedráticos de derecho del trabajo hizo público un manifiesto donde señala algunos de los aspectos más destacados de la reciente reforma laboral, que supone un cambio radical del modelo de relaciones laborales de nuestro país.

El manifiesto completo se puede leer en El País, siguiendo este enlace.

Aquí se puede encontrar la lista completa de los catedráticos firmantes.

lunes, 26 de marzo de 2012

Una reforma laboral fuertemente desequilibrada entre los sujetos de la relación laboral

Una segunda caracterización de la reforma laboral decretada el pasado mes de febrero y ahora convalidada por las Cortes Españolas, hace referencia al desequilibrio que se introduce en la regulación del sistema de relaciones laborales, particularmente en lo que se refiere al equilibrio en el poder negocial de las partes en la relación. Pero, también, transciende a la forma de reparto de los costes económicos que conlleva la actual depresión económica y de los sacrificios exigibles para salir de ella. 

La Reforma tal como se plantea en el Decreto desplaza de forma arbitraria el equilibrio entre fuerzas sociales que participan en la relación socioeconómica que regula derecho laboral. Se produce una alteración intensa en el equilibrio tradicional e incluso va más allá de los modelos de regulación menos proteccionista en materia de empleo en el ámbito de la Unión Europea. Por mucho que se pregone hasta la saciedad por parte de los voceros del Gobierno y allegados, ni tan siquiera en materia de despido nos situamos en la media europea sino bastante por debajo. En ésta como en otras cosas habría que ver no sólo lo que dice la legislación, sobre el papel, si no la realidad de la práctica de esa relación, es decir el resultado económico de la regulación. Por ejemplo, tal como hemos puesto de manifiesto en otros lugares, la realidad de las indemnizaciones por despido en España es notablemente inferior a lo que podría poner de manifiesto la letra del Estatuto de los Trabajadores. Es más, en el caso español esta redacción era ya meridianamente clara y dejaba a escaso albedrío, en lo que a costes se refiere, más allá de la determinación del tipo de despido bajo ciertas circunstancias, a los jueces de lo social; en otros países éstos tienen mucha más discrecionalidad a la hora de determinar no sólo la caracterización del cese en la empresa sino también la cuantía de las indemnizaciones que el trabajador se ha de llevar. 

miércoles, 21 de marzo de 2012

Tiempo, trabajo y familia. 24 horas de diferencias de género

Suena el despertador. Un hombre se levanta de la cama. Y una mujer. Misma cama, camas distintas. Da igual. Mismo hogar, hogares distintos. No importa. A los dos les espera un día por delante. 24 horas de tiempo que emplear en actividades múltiples y variadas. ¿Serán las mismas? La intuición nos dice que no. Los datos lo confirman. Veámoslo con detalle. 

El pasado 29 de febrero el INE actualizó el capítulo “Empleo del tiempo, conciliación, trabajo y familia” del informe Mujeres y hombres en España 2011, que bajo una perspectiva de género ofrece los indicadores actuales más relevantes con relación a la educación, el empleo, la ciencia o la cohesión social, entre otros aspectos. 

El capítulo que nos interesa incluye información sobre tiempo medio diario dedicado, en 2010, a las distintas actividades de hogar y familia, según tipo de hogar y situación laboral; tiempo medio diario dedicado a distintas actividades de las personas con empleo; actividades de trabajo no remunerado; conciliación entre la vida laboral y la familiar con relación al cuidado de los niños y de las personas dependientes; y tiempo dedicado a actividades de ocio, a vida social y diversión, a deportes y actividades al aire libre. 


Respecto a las personas con empleo, las conclusiones más destacadas señalan que los varones ocupados dedican 8,3 horas diarias a un trabajo remunerado y 6,9 horas de las mujeres ocupadas; además, las mujeres ocupadas dedican 3,8 horas diarias a las actividades de hogar y familia y 2,3 horas los varones. 

Si tenemos en cuenta a los hijos, el 16 por ciento de los varones ocupados y el 21,1 por ciento de las mujeres ocupadas con al menos un hijo de 14 o menos años ha utilizado servicios de cuidados para atenderlo. En este sentido, resulta interesante destacar la principal razón que se esgrime para trabajar a tiempo parcial o no trabajar, tanto por mujeres (59,4 por ciento) como por hombres (60,4 por ciento): el precio de estos servicios resulta muy caro. Estos porcentajes se reducen entre los varones ocupados (34,9 por ciento) y las mujeres ocupadas (53,3 por ciento). 

En relación con la situación laboral de hombres y mujeres tras el nacimiento de un hijo existen grandes diferencias. El 95,8 por ciento de los varones ocupados no ha reducido sus horas trabajadas; El 74,1 por ciento de las mujeres ocupadas que tampoco lo ha hecho. Un 23,9 por ciento de las mujeres ocupadas ha abandonado su trabajo en un tiempo superior o igual a un mes (solo un 2,1 por ciento de los hombres lo hacen). Además, el 38,2 por ciento de las mujeres ocupadas ha dejado el trabajo después del nacimiento de su hijo durante más de un año, frente al 7,4 por ciento de los hombres ocupados; en este sentido, destaca el hecho de que si el abandono es menor de 6 meses, el porcentaje de hombres es superior al de mujeres; a partir de ese momento, la situación da un vuelco. 

Por otro lado, un 6,1 por ciento de varones ocupados y un 10,1 por ciento de mujeres ocupadas se hacen cargo regularmente de la atención de personas dependientes (familiares o amigos). Conviene señalar que estos porcentajes son prácticamente los mismos en el caso de hombres y mujeres paradas. Además, del total de activos que se ocupan de personas dependientes, el 10,8 por ciento trabaja a tiempo parcial o no trabajan por dedicarse al cuidado de personas dependientes, porque de nuevo el precio de estos servicios resulta muy caro (razón señalada por el 41,9 por ciento de los varones ocupados y el 37,2 por ciento de las mujeres ocupadas). 

Por último, en general, los varones ocupados dedican más tiempo al día a actividades de ocio que las mujeres ocupadas. Es superior el tiempo diario que los varones ocupados dedican a: vida social y diversión, a deportes, a aficiones e informática, a medios de comunicación. Pero la diferencia más abultada se da en las actividades de hogar y familia, en contra de las mujeres. La siguiente tabla resume los datos más destacados. 


En resumen, ya sabíamos que la situación de hombres y mujeres durante sus horas laborales era muy distinta. Ahora recordamos el escenario fuera del trabajo, que no sorprende por habitual. Lo sorprendente es que la recién aprobada reforma laboral ignore por completo estas circunstancias. Hace unos días publicamos en este mismo blog un artículo con el título Las mujeres, ausentes de la reforma laboral, en el que señalábamos que gracias a la nueva reforma, una parte importante de la fuerza de trabajo femenina va a engordar las listas del paro y sin prestación alguna, dado que muchas de las mujeres que se incorporan a la actividad laboral remunerada provienen de la inactividad debida al cuidado de familiares (el 22,5 por ciento de las mujeres que permanecen inactivas lo hacen por ocuparse de las responsabilidades y cuidados familiares, según los datos de la EPA del cuarto trimestre de 2011). Parece ser que ni el contexto de las mujeres dentro del trabajo ni fuera de él merecen especial atención por parte de la legislación, que continúa sin tener en cuenta la realidad de las mujeres ocupadas, al no incorporar la reforma laboral ni un solo estímulo para paliar esta situación, fuente de enormes desigualdades laborales y sociales. 

Suma y sigue. A la precariedad laboral de las mujeres, hay que sumar la destrucción de empleo prevista por el Gobierno para este año junto con la más que posible derivada de la reforma laboral, que les va a afectar de lleno. Y no podemos olvidarnos de sumar los recortes sociales, entre ellos los que afectan a educación y dependencia, que (oh, sorpresa) incidirán directamente en el día a día de las mujeres de nuestro país. Ante este panorama, a veces dan ganas de no salir de la cama. Sobre todo si eres mujer. 

Elena Cachón - Augusto Plató

martes, 20 de marzo de 2012

Reformar la reforma laboral

Al menos en la tradición europea continental, la relación de trabajo es compartida por las dos partes que concurren en la misma, es decir, empresarios y trabajadores. Por eso, bajo este prisma, la reciente Reforma Laboral planteada por el Gobierno de la nación, ahora en trámite de discusión parlamentaria para convertirlo en ley, rompe de manera clara y profunda con esta tradición, al conculcar ese propósito de equilibrio entre ambas partes de la relación laboral, trasladando una mayor carga de poder decisional al lado del empresario. 

Creo que en ese trámite parlamentario de la Reforma sería razonable que el Gobierno entendiera que ha de modificar alguno de sus contenidos, sobre todo en la línea de retornar a un cierto equilibrio en esa relación de la toma de decisión sobre partes importantes de la relación laboral. El corto espacio de estas líneas no permite profundizar en detalles pero sí se puede apuntar que una modificación de la Reforma habría de tener en consideración, en buena parte de sus contenidos, la necesidad de reforzar la presencia de los trabajadores o sus representantes, en su caso, a la hora de llevarse a cabo alguna de las modificaciones en la relación laboral, para las cuales la Reforma abre un marco importante de flexibilidad o entendido de otro modo, de decisión en manos de los empresario. Estaríamos hablando de cuestiones como la movilidad funcional, la movilidad geográfica o la modificación sustancial de las condiciones de trabajo, aspectos sin duda importantes a la hora de alcanzar una mayor flexibilidad interna de la relación laboral, pero que anulando la participación de los propios implicados o sus representantes, puede incrementar de manera ostensible la precariedad en las relaciones de trabajo así como la conflictividad laboral. El positivo efecto que una mayor flexibilidad interna ha de tener en la dinámica de la productividad empresarial puede verse enajenado al excluir al trabajador de su definición y práctica. 

En segundo lugar, creo que sería importante introducir modificaciones en el tratamiento que la Reforma hace sobre diferentes aspectos de la negociación colectiva en orden a mantener este instrumento como un elemento básico de modulación de las relaciones laborales cotidianas. Tal como están formuladas tales modificaciones en la Reforma se corre el riesgo de generar enormes vacíos de negociación, particularmente en el ámbito de la pequeña y mediana empresa, que es, como es sabido, en el caso español enormemente extenso. En concreto, existe el riesgo de dejar sin contenido a la negociación de ámbito sectorial, en los espacios provinciales e incluso autonómicos. En este sentido, se requeriría de cambios importantes en algunos aspectos que la reforma incorpora, tales como la supresión, en términos absolutos, de la ultra actividad o los criterios para la aplicación objetiva de las cláusulas de descuelgue de los convenios. La excesiva facilidad que se otorga al empresario para acceder a estas vías, sin concretar aspectos como la importancia cuantitativa de la disminución de ingresos en períodos trimestrales sucesivos y con la ambigüedad que eso significa dentro de la normativa contable española, puede llevar en la práctica a la desaparición de la negociación colectiva en amplios espacios del tejido laboral español. 

Lo mismo cabría decir, en tercer lugar, respecto a la normativa en materia de despido, tanto individual como colectivo. Tal como se desprende del texto de la Reforma, en la práctica estamos ante una situación de despido “casi” libre, notablemente abaratado. Creo que habría que recuperar algunas garantías más precisas frente al despido objetivo y ofrecer una mayor tutela judicial a los posibles episodios de cese colectivo de los trabajadores en la empresa. Sin duda éstos son elementos clave a reformular a la hora de definir, en última instancia, hacia dónde se desequilibra el poder decisional en materia de configuración de las relaciones laborales, tras la redacción final de la Reforma tras su paso por el Parlamento.

Santos M. Ruesga - Augusto Plató

martes, 13 de marzo de 2012

Recortes que importan y recortes que no importan

Las últimas estadísticas publicadas de las cuentas nacionales para los países europeos confirman que la moderada recuperación iniciada en 2010 era un mero espejismo. En el último trimestre de 2011 las tasas de variación intertrimestral del PIB señalan un descenso de la actividad económica en toda Europa. En España, la bajada se cifra en un 0,3%, de igual valor que en la Zona Euro y en la Unión Europea de los 27. 

Mientras que algunos siguen culpando de esta recaída a los países del sur de Europa por su elevado déficit público y la excesiva regulación de sus mercados, especialmente el de trabajo, lo cierto es que las previsiones económicas publicadas por la Comisión Europea el pasado febrero son pesimistas para el conjunto de Europa, y no sólo para los países periféricos. 

Desde un análisis estrictamente económico, más bien parece que las políticas fiscales restrictivas o contractivas, sorprendentemente ahora llamadas políticas de estabilidad económica, están teniendo sus previsibles efectos (contracción del PIB vía demanda agregada), aunque siguen con dificultades para lograr su objetivo (reducir el déficit). No parece que a los gobiernos europeos les esté resultando difícil recortar el volumen de gastos; lo realmente complicado es, en un entorno de estancamiento de la actividad económica, aumentar o mantener los ingresos para lograr disminuir la diferencia, es decir, el déficit. 

Así que, tanto la recuperación como la reducción del déficit público pasan por la necesidad de aumentar la actividad económica. Algo que en España, y según el gobierno, no va a suceder próximamente. Al contrario, el cuadro macro presentado hace unos días refleja claramente el deterioro del PIB, en todos sus componentes, con el negativo efecto que esto supone para el empleo.

Fuente: Ministerio de Economía y Competitividad.

jueves, 8 de marzo de 2012

Las mujeres, ausentes de la reforma laboral

Hoy se celebra el día internacional de la mujer (antes, de la mujer trabajadora). Hoy comienza también la tramitación parlamentaria de la reforma laboral recogida en el Real Decreto Ley 3/2012, de medidas urgentes para la reforma del mercado laboral. Veamos cómo aparece la mujer en esta reforma laboral, mejor dicho, cómo no aparece. 

Sin embargo, las mujeres son las únicas que se han incorporado al mercado laboral desde que se desencadenara la crisis financiera internacional y el estallido de la burbuja inmobiliaria en nuestro país. Es lo que se conoce como el efecto del trabajador adicional, en este caso, claramente, de la trabajadora adicional: ante la pérdida del puesto de trabajo (o la previsión de perderlo) de los hombres del hogar, la mujer, que en muchos casos se había apartado del mercado laboral, se reincorpora de nuevo para lograr ingresos adicionales. Porque la pérdida del empleo masculino ha sido un elemento clave en esta crisis: la construcción, así como toda la industria manufacturera relacionada -azulejos, madera, cristalería...- ha perdido más de un millón ocupados, el 90 por ciento de los cuales eran hombres. 

Entre el cuarto trimestre de 2008 y hasta el último de 2011, la Encuesta de Población Activa señala que la incorporación de la mujer al mercado laboral ha sido creciente, es verdad que a menor ritmo, pero incesante. Por el contrario, el llamado efecto desánimo (ante las dificultades, cada vez mayores, de encontrar un empleo, se abandona la búsqueda activa del mismo, separándose pues del mercado laboral) ha cundido entre los hombres, especialmente los jóvenes. 

Y además, ha sido una incorporación, una vuelta al mundo laboral de las mujeres de más edad. Entre 2008 y 2011 las mujeres de más de 55 años que se incorporan al mercado de trabajo aumentan en un 24 por ciento, mientras los hombres de la misma edad solo se incrementan en un 2 por ciento. En total, el aumento de la actividad femenina es del 4 por ciento y la caída de los hombres en activo, del 2,9 por ciento 

Tasa de variación interanual de las mujeres activas según grupos de edad 
Fuente: Elaboración propia a partir de la Encuesta de Población Activa (INE). 
¿Y adónde se dirige esta fuerza de trabajo femenina? Pues en gran medida, a engrosar directamente las filas del desempleo, en la mayoría de los casos, sin ningún tipo de prestación por desempleo, pues las mujeres que se incorporan en muchos casos provienen de la inactividad debida al cuidado de familiares (el 22,5 por ciento de las mujeres que permanecen inactivas lo hacen por ocuparse de las responsabilidades y cuidados familiares, frente al 31,5 por ciento en el año 2008). Aquí encontramos una primera fuente de desigualdad. 

¿Y en qué tipo de trabajos se ocupan las mujeres fuera del hogar? Pues en el sector servicios, mayoritariamente, y dentro del sector servicios, se concentra el empleo femenino especialmente en la rama del comercio (el 18,2 por ciento de las mujeres ocupadas lo están en esta rama de actividad), en las actividades sanitarias (donde se concentra el 13,5 por ciento del empleo femenino), en el sector de la educación (el 9,8 por ciento) y la hostelería (el 9 por ciento). En estas mismas ramas, salvo en la comercial, la tasa de temporalidad es superior a la del conjunto de la economía, especialmente en el caso de las mujeres cuya tasa de temporalidad se sitúa en el 26 por ciento frente a la masculina, del 24 por ciento. En esos mismos sectores hay también una mayor proporción de ocupadas a tiempo parcial, salvo en el caso de las actividades sanitarias y la educación. Esta menor jornada puede serlo bien vía contrato o bien por reducciones para atender a las responsabilidades familiares: el 23 por ciento de las mujeres que trabajan menos horas lo hace por esta última razón, cuando entre los hombres que optan por el tiempo parcial lo hacen para compaginarlo con los estudios, principalmente (el 11 por ciento). 

Y la peor calidad de los empleos no ha de medirse únicamente en términos de temporalidad, sino de otros muchos aspectos. Por ejemplo, la proporción de subempleados (tanto porque ocupan un puesto de trabajo que requiere una menor cualificación que la alcanzada como porque trabajan menos horas de las deseadas) respecto al total de ocupados, ha aumentado, en este caso tanto entre hombres como entre mujeres, al mismo tiempo que disminuía la ocupación y con ello la tasa de temporalidad. No sólo se han destruido empleos sino que, además, se ha reducido la calidad de los mismos. 

Evolución del número de mujeres ocupadas, y tasas de temporalidad y subempleo de las mujeres
Fuente: Elaboración propia a partir de la Encuesta de Población Activa (INE). 
Por eso los salarios son siempre inferiores (véase el decil de salarios de la EPA), además de por la propia discriminación, pues la peor calidad de los tipos de trabajo a los que acceden las mujeres amplía aún más las diferencias salariales. Esto lleva a que las tasas de riesgo de pobreza y exclusión social en el año 2010 publicadas por Eurostat se hayan disparado, alcanzando al 26,1 por ciento de las mujeres y al 24,9 por ciento de los hombres. 

Y siendo como son las mujeres las que han mantenido, a duras penas, eso sí, el mercado laboral en esta etapa, ¿cómo se contemplan en la nueva legislación laboral? De ninguna manera. Las bonificaciones a la contratación de jóvenes, especialmente de los que hayan trabajado previamente y todavía perciban prestación por desempleo, de los parados de larga duración y de los trabajadores de más edad tendrán efectos sobre las mujeres: un efecto sustitución (se preferirá la contratación de estos colectivos frente a las mujeres mayores de 35 años, es decir, las que se habían incorporado en mayor medida al mercado laboral), un efecto de pérdida irrecuperable o peso muerto (en el momento en el que haya recuperación de la actividad económica, cuando la haya, se contratarán trabajadores que, en cualquier caso se hubieran contratado, pero sobre los que además se ha hecho el gasto que supone la bonificación), y un efecto de pérdida de renta en el hogar familiar, lo que, inevitablemente llevará a una nueva reducción del consumo privado. Visto que las aportaciones públicas van a dejar de serlo, tanto en inversión (ya lo ha anunciado el ministro de Economía) como en consumo (el recorte de gasto corriente para ajustar las desviaciones de déficit público va a ser inminente, con una nueva oleada de destrucción de empleo, en este caso en las Administraciones Públicas), las perspectivas para el conjunto de la economía no son nada buenas. 

La reforma laboral ahora en trámite parlamentario no va a crear empleo, antes al contrario, va a favorecer de nuevo su destrucción (veremos tras la aprobación de los Presupuestos Generales del Estado qué sucede en las Administraciones Públicas de todos los ámbitos). Pero en lo que se refiere a las mujeres, el daño es aún mayor: las mujeres ocupadas se concentran sobre todo en puestos de menores salarios, de mayor precariedad y son las que estaban llevando ingresos al hogar. ¿La reforma laboral hace algo por ellas? No, las ignora. Un desequilibrio más que añadir a la cuenta de la reforma laboral. 

Laura Pérez Ortiz – Augusto Plató 

martes, 6 de marzo de 2012

Informalidad laboral: la dimensión real

A pesar de que se sabe que en México sólo un tercio de los trabajadores pertenece a alguna institución de seguridad social, y de que el subempleo y la precariedad laboral saltan a la vista de cualquiera que recorra las ciudades y pueblos del país, la cifra oficial de trabajadores informales proporcionada por el INEGI es de 13.4 millones, esto es, el 29% del total de 46.8 millones de trabajadores en el país. Aunque el porcentaje no deja de ser alto, ¿es creíble el dato de acuerdo con nuestra realidad?, ¿en verdad hay el doble de ocupaciones formales por cada persona en el sector informal? Lamentablemente no, el panorama es más oscuro. 

La cifra del INEGI, como todo lo que hace esa institución, depende de la manera en que pregunta y mide los fenómenos económicos. Para el caso de la informalidad el INEGI identifica y contabiliza a las personas que laboran en micronegocios, en pequeñas unidades económicas, en las que con una organización rudimentaria no hay una contabilidad completa ni están constituidas en personas morales –se trata, para decirlo coloquialmente, de changarros-. Este tipo de medición que identifica la informalidad en función del tipo de establecimiento donde se labora, era mundialmente aceptada hace veinte años, a inicio de los noventa. 


viernes, 2 de marzo de 2012

Otra vez las subvenciones al empleo

Artículo publicado en El País el 29 de febrero de 2012.

Las sucesivas reformas que se han planteado en el mercado de trabajo español han venido marcadas por la implantación de medidas para subvencionar el empleo, pero ¿qué sentido tiene continuar gastando en bonificar el contrato indefinido cuando se ha demostrado que es un sistema de fomento del empleo ineficiente? Los análisis realizados sobre la efectividad de las bonificaciones ponen de manifiesto que los contratos incentivados no han logrado contribuir a la creación de empleo o a la reducción del paro, ni tampoco han conseguido disminuir la tasa de temporalidad.

También se ha demostrado que las bonificaciones generan considerables efectos de peso muerto y sustitución. El primero consiste en que el programa de política activa subsidia o bonifica a alguien que habría sido contratado de todas formas en ausencia de la medida; y el efecto sustitución consiste en que los trabajadores participantes reemplazan a otros no subsidiados sin efecto neto sobre el empleo.

Por otra parte, la evidencia empírica muestra que los contratos bonificados no parecen conseguir romper el estigma de contratos inestables, ya que su duración media es menor que la de los contratos indefinidos no subvencionados. No hay que olvidar que estos contratos van dirigidos principalmente a aquellos colectivos más afectados por la temporalidad, por lo que su implementación puede estar sometida a dosis elevadas de inestabilidad ligada al propio puesto de trabajo.

Cabe preguntarse si no se estarán utilizando las bonificaciones en empleos poco productivos en los que la relación laboral no ejerce una influencia relevante sobre la productividad del trabajador. Por tanto, ¿qué más da fomentar el contrato indefinido si la relación laboral no es estable per se? ¿No tendría mayor alcance utilizar ese gasto en formar a los trabajadores o en invertir en I+D para que dejemos de tener empleos poco productivos en los que la elevada rotación no importa?

En una época en la que la creación de empleo vuelve a ser el problema primordial de la economía española, quizá haya llegado el momento de dejar de subvencionar las contrataciones de forma generalizada y, como alternativa, tratar de dirigir las bonificaciones a grupos muy concretos, por periodos de tiempo muy limitados y estableciendo un control estricto del comportamiento de las empresas. Los fondos que se liberen podrían dedicarse a otras medidas con un mayor impacto directo en el nivel de empleo, como es el caso de las políticas activas en formación.

Inmaculada Cebrián y Gloria Moreno
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