Julimar da Silva Bichara - Universidad Autónoma de Madrid y Augusto Plató
El Ministro de Economía, de Guindos, ha calificado la reforma laboral de 2012 como “extremadamente agresiva” y, además, también ha dicho que el objetivo sería introducir “flexibilización de la negociación colectiva y reducción de los costes de despido”. Esta caracterización nos da una idea muy clara de los efectos futuros de dicha reforma sobre las relaciones laborales en nuestra economía.
En cualquier caso, no hay que perder de vista que se trata de una respuesta a las demandas del Consejo Europeo, a través del Pacto por el Euro Plus, de marzo de 2011, cuyo objetivo fundamental es fortalecer la coordinación de la política económica en favor de la “competitividad y la convergencia”. El Pacto dice expresamente que “respetando las tradiciones nacionales de diálogo social y relaciones laborales”, los países deberían tomar medidas “que garanticen la evolución de los costes de acuerdo con la productividad”, revisando los acuerdos de fijación salarial y descentralizando el proceso de negociación colectiva y de los mecanismos de indexación; y además, fomentar la "flexiseguridad".
La primera conclusión a que podemos llegar es que la reforma laboral de 2012 no cumple con dos de los mandatos del Pacto por el Euro Plus: no respecta el “diálogo social” y tampoco fomenta la “flexiseguridad”. Ha sido una reforma no negociada y tampoco pactada con los agentes sociales. Sólo introduce flexibilidad en las relaciones laborales, sin fortalecer los mecanismos de seguridad que, por cierto, lo están debilitando cada vez más con la reforma de las pensiones, las privatizaciones de la sanidad, la reducción de las becas educativas, el encarecimiento de las matrículas universitarias y la posible reforma de las prestaciones sociales y de las prestaciones por desempleo.
Aspectos teóricos y empíricos subyacentes a la reforma
Un pequeño y rápido análisis del discurso teórico que fundamenta dicha reforma, puesto que más que nunca, creo que hay un fuerte debate en el mundo de las ideas, aunque, para nuestra desgracia, hay un claro vencedor y no somos nosotros, los que pensamos la economía desde una perspectiva social. Quiero decir que podemos decir que Fukuyama se equivocó cuando predijo el fin de la historia humana como lucha entre las ideologías.