viernes, 28 de diciembre de 2012

Los millones de desempleados

Norberto E. García - Consultor Internacional (negarcia@speedy.com.pe) - Augusto Plató


Paul Krugman – véase El País 8 y 9 de agosto 2012 - publicó un artículo de opinión enfatizando que el principal problema de Estados Unidos no era su posición fiscal, si no su elevado y perdurable desempleo que viene afectando desde el 2008 a millones de estadounidenses. Esto, en un país en que la tasa de desempleo se encuentra hoy por debajo del 8 por ciento.

¿Qué cabría decir entonces en España, donde el desempleo ya transita en torno al 26 por ciento y se espera que alcance el 27 por ciento en el 2013? ¿Donde el desempleo afecta a más del 50 por ciento de los jóvenes que desean trabajar?

Asistimos en España a fuertes debates y discusiones sobre la soberanía o independencia de Cataluña, sobre el cobro de las recetas farmacéuticas, sobre los recursos para las Autonomías, y sobre el destino de las Cajas donde la influencia política las transformó en un pantano financiero. Asistimos a decenas de otras discusiones sobre la crisis en marcha en España.

Pero son muy pocos los que levantan la voz para señalar lo obvio: una sociedad civilizada no puede permitir que casi una tercera parte de su población activa se encuentre desempleada y por lo tanto excluida del modelo económico-social, y que un cincuenta por ciento de sus jóvenes lo estén. Esto es totalmente incompatible con la idea de una economía social de mercado que pareciera guiar a muchos líderes europeos.

Desde el punto de vista ético, es una aberración social excluir a una elevada porción de la sociedad por la vía del desempleo. Desde un punto de vista económico, implica perder el potencial productivo de millones de españoles y destruir gradualmente una parte del futuro de España al condenar a su juventud de la manera que la estamos condenando.

La ciencia económica y la política económica tienen en su arsenal de enfoques y medidas, una vasta experiencia para la lucha contra el desempleo y la creación de empleos dignos y decentes. Una precondición común a todos esos enfoques es lograr un mayor crecimiento económico, lo que en economías insertas en mercados globalizados, implica aumentar la productividad- competitividad de las actividades que compiten con el exterior.

Pero la política económica en ejecución en España y promovida por la Eurozona, no presta atención alguna ni a mejorar la competitividad genuina, ni al crecimiento económico ni a la creación de empleo. En una visión “financierística” de la realidad económica, se debate sobre la austeridad fiscal a cualquier precio, sobre la reducción de la prima de riesgo de los bonos de la deuda, sobre cómo enjugar la fragilidad de una parte importante del sector financiero y sobre cómo reducir el endeudamiento autonómico.

Pero se omite lo principal: qué medidas son imprescindibles para comenzar ya a estimular el crecimiento y reducir el desempleo. La omisión de estos objetivos en la política económica en marcha es sumamente revelador de los verdaderos principios que la orientan. Confundir objetivos instrumentales – como son los financieros – con objetivos finales prioritarios – como lo son el crecimiento y la creación de empleos decentes – implica un enfoque en el que el ser humano deja de ser el destinatario de las acciones de política económica. Esto no es por lo tanto una economía social de mercado – como algunos sostienen – si no simplemente una economía de mercado a secas y mal concebida.

La ciencia económica y la política económica en numerosas experiencias en los últimos cien años nos recuerdan que promover el crecimiento económico y el empleo digno en una economía abierta no es algo que emerja en forma espontánea del libre funcionamiento de los mercados. Depende de políticas deliberadas, selectivas y temporarias, adecuadamente diseñadas para cada realidad.

Lo que está ocurriendo en España es justamente lo contrario: se promueven políticas de austeridad fiscal extrema y saneamiento financiero creyendo que el libre funcionamiento de los mercados en ese nuevo contexto, impulsará la competitividad genuina, el crecimiento económico y la creación de empleos. Esto no es cierto dentro de un horizonte relevante de tiempo. Es posible que el libre funcionamiento de los mercados en ese contexto consiga finalmente enfrentar el desempleo, pero llevará más de 25 años lograrlo por esa vía. ¿Está España y los españoles dispuestos a esperar ese plazo y sufrir sus consecuencias? ¿Está España y los españoles dispuestos a esperar ese plazo sabiendo que hay otros enfoques que lograrían el mismo resultado en menos de la cuarta parte del tiempo?

 Lo que está ocurriendo entonces, no es sólo incompatible con los principios de una economía social de mercado. Es incompatible con un diseño eficaz y eficiente para el buen funcionamiento de una economía de mercado a secas. Constituye entonces la entronización de visiones ideológicas en la política económica que han fracasado en toda experiencia en las que se intentó aplicarlas. Basta para ello revisar la historia económica.


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