jueves, 13 de marzo de 2014

Desequilibrios macroeconómicos, ¿ya no son excesivos?

Laura Pérez Ortiz - Universidad Autónoma de Madrid y Augusto Plató

El pasado 5 de marzo, la Comisión Europea dio a conocer los resultados de la revisión macroeconómica (el tablero de desequilibrios macroeconómicos), en el marco de la nueva gobernanza europea (de la que ya hemos hablado aquí y aquí). Para evitar que se vuelvan a producir los fuertes desequilibrios macroeconómicos que algunos países de la Unión Europea presentaban en el periodo previo a la crisis financiera desencadenada en 2008, se estableció este nuevo mecanismo de supervisión, con el fin de detectar de forma temprana los posibles desequilibrios y corregir con antelación las deficiencias.

Se pretenden vigilar desequilibrios no solo de las cuentas nacionales (para eso ya está el Pacto de Estabilidad y Crecimiento y el Procedimiento de Déficit Excesivo correspondiente), sino los relacionados con burbujas inmobiliarias, desequilibrios en las balanzas por cuenta corriente, desequilibrios por cambios en los niveles de competitividad… (se pueden consultar aquí los indicadores considerados, que incluyen los referentes a equilibrio externo, competitividad y equilibrio interno).

En palabras de la Comisión, “cuando los Estados miembros crucen los umbrales de alerta, la Comisión llevará a cabo estudios exhaustivos para analizar si los desequilibrios son perjudiciales y, en caso necesario, emitirá recomendaciones”.

Pues bien, como decía, el pasado 5 de marzo, la Comisión publicó los resultados de este tablero de desequilibrios de una buena parte de los Estados Miembros. Sólo hay tres países sin desequilibrios (Luxemburgo, Malta y Dinamarca), mientras hay 14 países que mantienen desequilibrios, en tres casos, considerados excesivos por la Comisión (Croacia, Italia y Eslovenia).

La noticia que los medios de comunicación han reseñado es la salida de España del grupo de países con desequilibrios excesivos (a pesar de mantener fuertes desequilibrios en algunos aspectos clave, como es el mercado de trabajo, y sin profundizar en las causas de los desequilibrios que, aparentemente, se van solventando). Por otra parte, a algunos también les ha llamado la atención la inclusión de Alemania (a menudo utilizada como ejemplo a seguir) entre los países con desequilibrios, en este caso, por un superávit en la balanza por cuenta corriente.

Vamos a intentar arrojar un poco de luz sobre estos dos países.

Explicando algunos desequilibrios: por exceso

En el caso de Alemania, se señala el excesivo superávit de la balanza por cuenta corriente. En este punto, conviene recordar que los desequilibrios lo son superar, por arriba (superávit) el equilibrio, como por no alcanzarlo, por abajo (déficit). Muchas veces se asocia un superávit con una situación económica boyante, pero en realidad, no deja de ser un desequilibrio (fuera del equilibrio). El persistente superávit de la balanza por cuenta corriente alemana lo que indica es una persistentemente débil demanda interna: los recursos no se asignan adecuadamente y se invierten los ahorros en el exterior.

Alemania sigue dependiendo del resto de países para crecer económicamente. ¿Y si los demás no crecemos? Pues ahí es donde aparece el problema: no tiene capacidad interna suficiente para absorber su producción, lo que puede derivar en una presión a la baja de los precios en el interior del país (¿les suena de algo el miedo a la deflación que tanto se oye últimamente?). Por tanto, la Comisión propone que se adopten las medidas necesarias para fortalecer el crecimiento interno, impulsando la inversión (tanto en el ámbito público como privado) en capital físico y humano, favoreciendo el crecimiento potencial de la economía alemana. ¿Se parece en algo esto a las políticas de austeridad y contención del gasto que tanto predica Alemania para los países del Sur? No, en absoluto, más bien, todo lo contrario: es lo que se llama expansión de la demanda agregada, en este caso, en su vertiente interna.

Explicando algunos desequilibrios: por exceso

Bien distinta es la situación española, no porque no haya mejorado en la corrección de algunos (recalco, algunos) desequilibrios, véase el de la balanza por cuenta corriente, sino porque estos tienen otra orientación. Si Alemania mantiene un persistente superávit, en España hemos tenido tradicionalmente déficit, especialmente significativo desde el periodo previo a la crisis.

Y en el último año (atención, sólo un año, cuando los umbrales del tablero requieren la media de los últimos 3 años), el saldo de la balanza por cuenta corriente más la balanza de capital (lo que nos indica la capacidad o necesidad de financiación de una economía frente al exterior) ha cambiado de signo, ha dejado de ser negativo y se sitúa en el 1,4% del PIB (ojo, con los últimos datos publicados del PIB).


¿Y a qué se debe esta corrección del desequilibrio? ¿A un aumento de las exportaciones de mercancías? ¿A un buen año turístico (balanza de servicios, siempre superavitaria)? ¿O a una caída, una vez más, de la demanda interna? Pues un poco a todo ello: es verdad que ha sido un buen año turístico (en llegadas de visitantes), es verdad que las exportaciones han mejorado ligeramente, pero hablemos de las importaciones: España tiene una gran dependencia energética (y el petróleo y demás carburantes son mercancías que importamos, es decir, que en cuanto se recupere con fuerza la demanda interna, volverán a crecer las importaciones de este tipo), lo cual limita las posibilidades de mantener el ritmo de reducción de importaciones en el futuro; España importa bienes intermedios en lo que se denomina comercio intraindustrial (le compramos piezas de la industria del automóvil a, ya se lo imaginan, Alemania y Francia, especialmente), de modo que si la recuperación económica se asienta, este tipo de comercio intraindustrial previsiblemente crecerá de nuevo, es decir, tenderán a aumentar las importaciones de nuevo; y lo que se ha venido reduciendo ha sido la importación de bienes de capital, es decir, de los destinados a la inversión productiva. Pues ya me dirán cómo crecemos si no invertimos.


¿Cuál es la solución que proponen para que se mantenga este superávit de la balanza por cuenta corriente, conteniendo las importaciones? Aprovechando la devaluación interna, lo que prevén (gobierno y Comisión) es que se produzca lo que se llama “sustitución de importaciones”: si se puede producir de forma más barata en el país, no habrá necesidad de importarlo. Pero, vista la composición de los bienes importados, la repercusión de esta “sustitución de importaciones” parece realmente pequeña. Seguiremos importando energía, seguiremos importando bienes intermedios dentro del comercio industrial y, como mucho, podremos reducir la importación de bienes de consumo, la parte más pequeña del total de importaciones.

Pero vayamos con el resto de desequilibrios: siguen siendo excesivos los niveles de deuda, tanto interna como externa, con el consiguiente riesgo del sistema financiero, a pesar del no rescate y de la bajada de la prima de riesgo (no sólo para España, sino para todos los países del sur de Europa, especialmente Grecia); parece que el mercado de la vivienda comienza a estabilizarse; hay una cierta recuperación de la confianza del consumidor (alentada y jaleada por el Gobierno en pleno: cuidado, ya hemos advertido de los problemas que puede conllevar); pero, sobre todo, en España hay una tasa de paro del 26%. El desequilibrio, cuantitativo y cualitativo, del mercado de trabajo es excesivo (aunque de esto hablaremos con detalle otro día), y debería bastar por sí solo para mantener a España bajo lupa.

Así pues, ¿qué sentido tiene determinar que un país ya no tiene desequilibrios excesivos, en su conjunto, cuando alguno de ellos se bastaría por sí solo como para desestabilizar una economía completa? El afán por marcar umbrales cuantitativos, límites numéricos fácilmente comparables, nos lleva a cometer los mismos errores que cuando se pretendía la convergencia nominal frente a la convergencia real, en la creación del euro. La economía no son solo números. Si no somos capaces de explicar qué hay detrás de esos números, mal vamos. Y si solo nos fijamos en la evolución de las cifras, sin profundizar en las causas, peor.

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