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jueves, 30 de abril de 2015

Medias verdades sobre el empleo

José Manuel Lasierra - Universidad de Zaragoza y Santos M. Ruesga - Universidad Autónoma de Madrid
Este artículo se publicó en El periódico de Aragón, el miércoles 29 de abril de 2015

Una sociedad tan vapuleada por el desempleo durante tanto tiempo siempre recibe con esperanza las noticias que reflejan la creación de empleo. Si a esto se une la subida de nivel de los amplificadores de los éxitos junto con una cierta pereza intelectual, nos encontramos con un escenario casi idílico que se nos vende con alborozo, pero que no resiste una observación, ni siquiera profunda, de la realidad que nos circunda, caracterizada por alto desempleo y precariedad laboral. Eso se vuelve a certificar en la EPA del primer trimestre de 2015. Pero tan malo como esa situación en sí, es la propaganda que esconde los errores de las políticas aplicadas. Veamos.

1. Se dice que los “buenos resultados” en el empleo que nos dieron con las cifras del paro registrado hace un par de semanas se debían a las reformas aplicadas, que ya estaban dando sus frutos, y que por tanto había que continuar en esa línea. Falso. El crecimiento económico en estos momentos, se debe a los estímulos de las políticas del BCE que han puesto más dinero en la economía, han abaratado el euro, lo que fomenta las exportaciones, y han contribuido a reducir la prima de riesgo, lo cual limita la contracción sobre el gasto público. En definitiva, se trata de políticas expansivas, lo contrario de lo que se venía haciendo. Es decir, el crecimiento actual supone un reconocimiento, con hechos y resultados, del error de las políticas aplicadas hasta fechas recientes en esta crisis. Se ve que eran posibles y mejores otras políticas que evitaran tanto sufrimiento. Además, el crecimiento actual se ve favorecido por la coyuntura externa derivada de los precios del petróleo.

2. Detrás de algunas cifras de empleo, aparentemente positivas, se esconden importantes carencias que es necesario aclarar. Los contratos indefinidos y las afiliaciones a la seguridad social se observan con las características del mercado de trabajo de tiempos pasados, que no son las mismas que las del actual. Comprendemos dos trampas que se nos trata de hacer con la caída del paro registrado. Una es por el denominado "efecto del trabajador desanimado" (aquel por el que el trabajador que lleva mucho tiempo buscando empleo y no lo encuentra, deja de buscar “activamente” empleo y no aparece como desempleado). La otra es por la caída de la población activa por la misma razón anterior, las prejubilaciones y la emigración. Y así creemos que las afiliaciones a la seguridad social y la contratación indefinida son datos que marcan la bondad del funcionamiento del mercado de trabajo. En ambos casos, esta información debe matizarse. Nada impide que los contratos indefinidos sean por una jornada parcial o discontinua. De la misma forma, las afiliaciones no son sinónimo de contratos indefinidos de jornada completa, ni mucho menos. Si se sustituye un trabajador fijo de jornada de 40 horas semanales por dos de 15 horas cada uno (total 30 horas), se ha creado empleo neto pero se trabaja y se produce menos. ¿Hay alguien ahí que pregunte por estos “detalles”?

3. El PIB y las condiciones salariales y de empleo. Una de las bondades de la reforma laboral, se nos dice, es que con menos crecimiento ya se crea empleo. Ah... bueno. Seguramente el empleo es la primera prioridad de una sociedad, o lo era. El problema es que en nuestro país, en estos momentos, un empleo no garantiza la inclusión social, es decir, no evita la persistencia de importantes carencias personales. ¿Qué significa que aun creciendo poco creamos más empleo? Pues que el empleo que se crea recibe menos. Por ejemplo, si la economía produce 100 cocos (el PIB) y hay 100 trabajadores, les corresponde 1 coco a cada uno. Si el PIB crece el 1% y el empleo el 3%, o sea 101 cocos y 103 trabajadores, pues a cada uno le toca menos de 1 coco. En definitiva, un sistema que crece poco, en el que la productividad es baja, reparte la pobreza en forma de bajos salarios. Pero no queda ahí el problema de ese modelo. De esos bajos salarios se derivan cotizaciones limitadas a la seguridad social. Ya se ha echado mano tres veces de la hucha de las pensiones en esta legislatura. Y continúa: ¿qué perspectiva tienen las pensiones futuras de ese trabajo precario que cotiza poco? La cuestión es conseguir crecimientos elevados y generar valor y eso requiere trabajadores motivados, que no se compagina con salarios y condiciones precarias, y sobre todo capacidad y habilidades empresariales. Imaginemos la empresa Textiles XXX que compra tejidos por 50 y los vende confeccionados por 150, tiene un valor añadido de 100 para distribuir en salarios y beneficios. La empresa Textiles ZGZ con tejidos por el mismo importe de 50 los vende por 500, ha generado un valor añadido de 450 que le permite pagar mejores salarios y más beneficios. Seguramente esta segunda empresa ha acompañado su producción con otras características que la hacen más valorable y que habrá que deducir de esos 450 de valor añadido, pero en definitiva es el valor creado lo que va a permitir mejores salarios y mejores empleos. ¿Se hace algo para generar estas capacidades? Con la reforma laboral, con los recortes salariales, ¿se estimulan esas capacidades?

Lo peor de esta visión sobre el empleo en nuestro país es que trasmite acomodo y ausencia de políticas para transformar el modelo productivo en una perspectiva de futuro que todos entendemos cuál debería ser.

martes, 17 de marzo de 2015

Los nuevos amos del cotarro

José Manuel Lasierra - Universidad de Zaragoza y Santos M. Ruesga - Universidad Autónoma de Madrid
Una versión reducida de este artículo se publicó en El periódico de Aragón, el domingo 15 de marzo de 2015

La gran cantidad de noticias que esta sociedad de la información nos proporciona dificulta con frecuencia poder interpretarla y analizarla, para saber realmente con quien nos jugamos los cuartos. El bombardeo de flashes informativos y la complejidad de las situaciones no permiten ver las conexiones, las posibles causas subyacentes o el núcleo fundamental de las cuestiones sobre las que se nos informa. Y, sin embargo, en este marasmo, inconexo aparentemente, hay personas y sobre todo grupos poderosos que se mueven como pez en el agua y en un océano en el que la ciudadanía aparece como una simple e inerme marioneta al albur del oleaje informativo. Veamos algunos ejemplos recientes.


1. Son noticia los esfuerzos y las oscuras actuaciones de la industria tabaquera para reducir las medidas de las políticas antitabaco. Para descafeinar la directiva europea antitabaco, sólo Phillips Morris empleaba a 160 lobbistas. La industria tabaquera consiguió que 137 organismos de diverso tipo se opusieran a la directiva y pudo acceder a los más altos núcleos de poder legal y político de la Unión Europea en defensa de unos intereses espurios que atentan directamente (la ciencia dixit) contra la salud de los ciudadanos. 

2. Casi todo el mundo aprueba y valora positivamente el plan PIVE. Conseguir algo más barato, y más si es algo costoso como un coche, a todo ciudadano le place. No obstante conviene recordar que el objetivo de este Plan es fomentar la actividad productiva, o sea el empleo, estimulando el consumo. Ocurre que como no hay restricciones acerca del tipo de coche a subvencionar (seguramente no sería legal desde el punto de vista comunitario) cuando compramos un automóvil de gama alta, ¿saben donde se crea más empleo? En Alemania seguramente. Es lo que tiene tener en cuenta las cadenas productivas de los bienes de consumo. Pero no se preocupen, el plan se vende bien. La patronal ANFAC y el gobierno dicen que el Estado recauda más impuestos, IVA y matriculación, que las bonificaciones que concede. Así se podrá financiar el seguro de desempleo a los desempleados del sector. ¿Se acuerdan de la diferencia entre dar el pescado o proporcionar la caña de pescar? Pues analicen. Del plan PIVE del 2014 Rumanía parece haber sido el primer beneficiario.

martes, 27 de enero de 2015

La bomba demográfica

Santos M. Ruesga y José Manuel Lasierra - artículo publicado en El periódico de Aragón

En el año 1991, el Instituto Nacional de Estadística estimaba que la población española alcanzaría los 40 millones en el año 2000, y así fue, y que en 2050 seríamos….¡30 millones! ¿Se equivocaba el INE? Las proyecciones demográficas, basadas en la evolución vegetativa, son bastante fiables, a pesar de que toman largos periodos en sus estimaciones. Lo que pasó fue lo que ya sabemos: desde 1995 experimentamos un proceso inmigratorio sin precedentes en nuestro país.
Augusto Plató con easel.ly
¿Qué nos espera? De momento llevamos ya dos años perdiendo población. No sabemos lo que va a ocurrir en el inmediato futuro pero sí que podemos aventurar el cómo responde una población sin futuro y sin oportunidades. Si los españoles, con raíces en sus ciudades, pueblos y entornos familiares y afectivos, emigran, es fácil imaginar la respuesta de la inmigración de estos años pasados.

¿Qué consecuencias puede tener la caída de la población? A tenor de las preocupaciones de la ciudadanía y de los representantes políticos sobre el tema, el problema tiene poca importancia. El asunto sólo ocupa a cuatro estudiosos del tema y poco más. Sin embargo, el problema es importante. Imagínense un país en 2050 de 40 millones (lo ocurrido en estos años ya no nos dejará en 30 millones para esas fechas) con una pirámide poblacional casi invertida, que puede significar más de media población por encima de los 65 años.


jueves, 31 de julio de 2014

¿Qué hacer con las políticas de empleo?

Santos M. Ruesga y José Manuel Lasierra, artículo publicado en El Confidencial

Son muchas la voces que en el mundo político, pero también en el económico, vienen insistiendo en la necesidad de mejorar y extender las políticas de empleo como medio adecuado de facilitar los procesos de creación de puestos de trabajo o al menos de mejorar las condiciones de empleo en los existentes. Y, sin embargo, en estos últimos años, los recortes sucesivos en el gasto en esta materia la han ido relegando a un plano muy reducido dentro del gasto público (a pesar incluso del ligero incremento previsto para 2014).

Al mismo tiempo, el voluntarismo y los lugares comunes han sido actitudes bastante frecuentes entre los gestores públicos, los agentes económicos y los académicos, implicados en la creación y gestión de estás políticas. Lo que ha redundado en una profunda crisis de las mismas, poniendo en cuestión su propia eficacia como instrumento en favor del empleo.

El voluntarismo se observa en la realización de propuestas de escasos o nulos resultados o de difícil concreción práctica. Entre las primeras podemos pensar en la relación debonificaciones a la contratación de determinados colectivos o para la transformación de contratos atípicos en indefinidos. Se trata de actuaciones orientadas a subvencionar a las empresas la contratación, de uno u otro tipo de asalariados. Como la reciente “tarifa plana” inventada para reducir los costes de Seguridad Social a determinadas fórmulas de nueva contratación.

Pocas empresas optarán por contratar a un trabajador o transformar su contrato solo por el incentivo económico correspondiente si no hay una carga efectiva de trabajo que justifique la contratación. Esto es lo determinante, la cantidad de trabajo que la empresa necesita y la continuidad en la actividad para la que se requiere personal. Por esta razón, este tipo de estímulos son poco eficaces en la creación de empleo y, al final, representan un 'regalo' adicional y circunstancial a aquellas empresas que, de todas formas, por necesidades de la actividad productiva iban a contratar. En el mejor de los casos el efecto de estas actuaciones es de “sustitución” (se contrata a un joven, con subvención, frente a un adulto sin ella), de adelantamiento de la decisión (se anticipa la contratación para acogerse a la subvención pertinente) o incluso de “desplazamiento” (haciendo que disminuya la demanda de trabajo).

De igual modo, una propuesta de difícil concreción práctica, para aumentar el volumen de contratados, es aquella relativa a la flexibilidad horaria cuando es de carácter individual y no resultado de pactos entre empresa y trabajadores, al estilo alemán. Y otra, de la que se habla mucho pero realmente es poco efectiva en la dirección señalada, hace referencia alestímulo y apoyo a los emprendedores (tal como la capitalización del seguro de desempleo -cobrando toda la cuantía correspondiente al periodo total de prestación, en una sola vez-) para poner en marcha algún proyecto empresarial.

Los lugares comunes de las políticas de empleo se refieren básicamente a la formación y a las agencias de intermediación (el antiguo INEM, entre otros). Casi todas las propuestas de políticas de empleo hablan de la formación. Pero, conviene recordar que el desempleo en España no es consecuencia de un problema de poca formación de sus trabajadores frente a unos hipotéticos puestos de trabajo que requerirían de un alto nivel de formación (cualificación). De hecho se expulsa mano de obra cualificada, como se pone de manifiesto en el hecho de que el contingente mayor de la emigración española actual lo constituyan los trabajadores más formados.

Por supuesto, la formación nunca sobrará pero insistir en ello, además de culpabilizar al parado (si está parado es porque tiene poca formación) sirve para eludir las propuestas más efectivas contra el desempleo. No es un asunto de si se ha gastado bien o mal en formación, si no de que tenemos personas suficientemente formadas pero no hay empleos que ofrecerles. Acudir a hacer cursos por hacerlos, no es un gasto eficiente, no es efectivo para el problema del paro y puede resultar muy frustrante para las mismas personas que tienen que hacer esos cursos. Además, la motivación para aprender no es igual si no se ve la forma de aplicar esos conocimientos en un empleo inmediato. La extensión laboral de estas actuaciones formativas puede, no obstante, coadyuvar a facilitar la inserción de algunos colectivos específicos que sí muestran carencias de cualificación, como pueden ser los jóvenes con abandono escolar prematuro o los parados de larga duración en fuerte crecimiento en el transcurso de la crisis actual.

Reconocidas estas ineficiencias, se dice que la solución es la formación dual, estilo alemán. Se idealiza el sistema alemán y se olvida que ya existen muchas líneas de formación dual en nuestro país con la cobertura de las prácticas de la enseñanza reglada o los propios contratos en prácticas. Está claro que todo es mejorable y puede ayudar pero no se puede ofrecer como una vía sólida contra el desempleo los programas formativos, la formación en general. Las prácticas requeridas para poner en marcha programas de inserción para estos u otros colectivos se enfrentan a una estructura empresarial profundamente minifundista que dificulta la materialización efectiva de los mismos. Antes de su aplicación conviene analizar y organizar ad hoc el tejido empresarial sobre el que se ejecutan.

Algo parecido ocurre con la intermediación. Es un error pensar que la intermediación es generalizadamente ineficaz, que hay vacantes que no se pueden cubrir por falta de información o por la burocracia. ¿De verdad ocurre eso?¿Dónde están las vacantes? Propuestas ante esa supuesta ineficacia de la intermediación: la tutorización del desempleado, el asesoramiento personalizado. Eso resulta imposible con semejante tasa de desempleo, buscar tutores para todos los desempleados. De hecho, las estadísticas disponibles nos señalan cómo el número de desempleados por cada puesto de trabajo vacante existentes se ha multiplicado por más de 6 a lo largo de la actual crisis, tal como analizamos y explicamos en detalle en un libro de reciente publicación (¿Qué ha pasado con la economía española?, Editorial Pirámide).

El problema, una vez más, es que por más que se coja de la mano al desempleado, no se le va a encontrar empleo, porque no lo hay. ¿Para qué sirven pues estas propuestas? Para ocultar la inacción real y no demandar políticas efectivas.

Y es que se puede actuar sobre otros ámbitos de la oferta productiva, estimulando las capacidades técnicas de empresas y trabajadores (que no es lo mismo que dar cursos de formación) y la iniciativa de los empresarios para que avance la productividad del sistema. Las políticas de I+D+i deben desempeñar un papel fundamental, pero, también la demanda de trabajo ha de ser impulsada por las políticas macroeconómicas.

Desde el lado de la demanda, se necesitan unas políticas fiscales y monetarias completamente distintas a las actuales que fomenten la actividad productiva, y en particular, la industria (más competitiva), así como unaregulación mucho más efectiva de aquellos sectores productivos que eluden la libre competencia y reducen la competitividad de nuestra economía, como por ejemplo telecomunicaciones o energía. Al tiempo que la expansión de los servicios sociales más demandados (dependencia, sanidad) tendría un efecto muy intenso sobre la creación de empleo (la generación de empleo por unidad de valor añadido es muy superior en el sector público con respecto al privado). Y, sin duda, junto a estas actuaciones para estimular la demanda, debería impulsarse el seguimiento mucho más intenso para evaluar la efectividad real de las actuales políticas activas de empleo, para aprender de su propia gestión.

jueves, 20 de marzo de 2014

El precariado

José Manuel Lasierra y Santos M. Ruesga
Artículo publicado en El periódico de Aragón



Los efectos de la crisis y las políticas aplicadas han modificado, ya de forma profunda, la estructura de nuestro mercado laboral, tanto en la cantidad de empleo como en su calidad. Las consecuencias de estas reformas sobre la organización social no van a ser pequeñas y ya se están manifestando en forma de claro incremento de la pobreza y de las desigualdades sociales.

El modelo laboral de la posguerra, en el pasado siglo XX, empezó a resquebrajarse nada más comenzar la salida de la crisis de los años ochenta. Se trataba de un modelo caracterizado por la estabilidad en el empleo, una mejora de las condiciones laborales, en cuanto a horas de trabajo y derechos y garantías en el trabajo y un crecimiento continuado de los ingresos salariales.

El progresivo deterioro de este modelo comenzó a manifestarse con el desempleo masivo, el crecimiento de la temporalidad y los empleos a tiempo parcial o los regulados por la legislación mercantil y no por la laboral. En poco tiempo, estos trabajadores "atípicos" alcanzaron en nuestro caso una tercera parte de la población ocupada. Desde algunos sectores académicos, se consideraba que esa dualidad, entre trabajadores fijos y precarios, era lo que causaba los desajustes en nuestro mercado de trabajo, confundiendo el efecto con la causa. Las empresas no contrataban porque estos trabajadores tenían muchos derechos, se decía, y recurrían a trabajadores temporales, fáciles y baratos de despedir, lo que a su vez, en ese estado de precariedad, les llevaba a no adquirir formación y a enquistarse como una mano de obra poco productiva. Es decir, una especie de trampa de la pobreza en la que cuando caes ahí, te acomodas y no sales de ella. Nuestra percepción de esa dualidad es otra. No contribuía a generar tal desempleo, en tanto que mantenía un importante núcleo de dos terceras partes de la población en trabajos estables, con unas condiciones aceptables. Además, el modelo ofrecía la posibilidad de que los trabajadores temporales pasasen a ese segmento de empleos mejores y más estables.

Foto: Nacho Pérez.

jueves, 10 de octubre de 2013

¿No es un país para viejos?

José Manuel Lasierra y Santos M. Ruesga, artículo publicado en El periódico de Aragón (29 de septiembre de 2013)


¿Recuerdan la excelente película de los hermanos Cohen, situada en un territorio del medio Oeste norteamericano? En el film la supervivencia de los ciudadanos cabalgaba sobre un escenario de violencia permanente, donde la ley del más fuerte (en el sentido físico del término) constituía la filosofía de vida de los ciudadanos de ese país. En ese panorama los ancianos, la población de edad se sentía amenazada de forma permanente y prácticamente recluida en sus hogares. 

No estamos tratando de trasponer, tal cual, a nuestra realidad esa sórdida fotografía que nos mostraban los cineastas estadounidenses. Tan sólo haciendo una simulación de imágenes para poner de manifiesto las dificultades a las que habrán de enfrentarse nuestros conciudadanos de mayor edad, tras dejar su vida activa y pasar al estatus de jubilados. 

Hasta ahora y en los últimos cincuenta años, la situación de los pensionistas fue “in crescendo”. Hasta alcanzar una cobertura de casi el 100 por cien de los jubilados (por vía contributiva o asistencial) y con cuantía también ascendente, salvo episodios puntales de crisis, como los dos años pasados. Es más el sistema de pensiones de reparto ha funcionado con la suficiente flexibilidad como para absorber variadas situaciones económicas adversas y someterse a múltiples reformas parciales encaminadas a garantizar su continua sostenibilidad. La última, conviene no olvidarlo, la reforma aprobada en 2011 por el gobierno dirigido por José Luis Rodríguez Zapatero, con entrada en vigor el 1 de enero de este año.

Foto de Nacho Pérez

jueves, 17 de enero de 2013

Esto sí que es "riesgo moral"

Santos M. Ruesga y José Manuel Lasierra - Augusto Plató

En los últimos años se ha puesto muy en boga, en los ámbitos económicos, el concepto de “riesgo moral”. El término parece que tiene su origen en el siglo XVII cuando los banqueros comienzan a utilizarlo con cierta frecuencia. En el sector financiero hace referencia a, en palabras de Paul Krugman (El retorno de la economía de la depresión y la crisis actual), “cualquier situación donde una persona decide cuánto riesgo tomar mientras que alguien más paga el coste si las cosas salen mal”. Lo que trasladado al ámbito financiero más inmediato, se ha materializado en la crisis que estamos padeciendo. Recuerden cómo una serie de ejecutivos del club de la “ingeniería financiera” asumieron unas dosis importantes de “riesgo moral”, con los productos financieros construidos a partir de las denominada hipotecas “subprimes” de Estados Unidos, que dieron lugar a CDO’s u otras sofisticaciones que acabaron engrosando el activo de múltiples entidades a lo largo y ancho de todo el planeta, y, en última instancia, de inversores individuales o colectivos, para acabar dando pie a quiebras encadenadas que abrieron paso a la mayor recesión económica mundial conocida. Y todo ello sin que los artífices de tal asunción de riesgo hayan pagado prácticamente nada (no solo en términos monetarios) por el irresponsable y oneroso riesgo asumido. Los efectos de tal grado de amoralidad en la asunción de riesgos se están trasladando en unos casos a clientes y socios corporativos de las entidades financieras y, en otros, como es el caso español, al conjunto de los ciudadanos al asumir el Estado, por decisión de sucesivos y diferentes gobiernos, las lacras de tal proceder. Y, por supuesto, de manera más generalizada a todos los ciudadanos, que de un modo u otro estamos pagando el coste de la crisis en la que degeneraron tales prácticas de “riesgo moral”. 

El tópico paradigma aplicado a las entidades financieras, que son demasiado grandes como para quebrar -lo llevaría consigo un elevado riesgo sistémico para el conjunto de la economía nacional-, es la base para justificar la presencia de tales actitudes por parte de los gestores financieros, actitudes típicas de lo se ha definido como “riesgo moral”. Y tal concepto está sirviendo de justificación para múltiples actitudes y comportamientos, no sólo en el plano individual sino también en el de las relaciones entre los Estados. Véanse sino los numerosos comentarios de políticos europeos de toda índole, particularmente de origen alemán, quienes vienen justificando sus reticencias sobre la aplicación de programas de rescate a la endeudada economía pública griega, con comentarios que explotan hasta la saciedad el “ riesgo moral” en el que la parecer habrían incurrido los ciudadanos griegos, atribuyendo a sucesivos gobiernos helenos la asunción de un elevado riesgo, con un estado embarcado en un elevado nivel de endeudamiento en el que ha incurrido en los años de crecimiento, cuando accedían a empréstitos con un gran alegría para gastarlos con mayor alegría aún, se dice, interpretando que dichos gobiernos no asumían ningún coste por dichos comportamientos, costes que se trasladarían ahora al resto de los europeos si se otorgaran rescates generosos a la economía griega. Parece entenderse así que de no poner coto a esas irresponsables comportamientos de la clase política griega, penalizando con durísimos programas de ajuste a toda la población, se podría producir contagio a otros espacios o tiempos de tales comportamientos. 


jueves, 20 de diciembre de 2012

Llegó con tres heridas

En este artículo, publicado el 19 de diciembre en El País, José Manuel Lasierra y Santos Ruesga nos recuerdan la esencia de la política económica: antes de tomar decisiones, es necesario distinguir cuáles son los problemas esenciales y prioritarios que deben corregirse, a corto plazo, y cuáles son problemas estructurales, cuya solución requerirá de un periodo más largo. 

Basándose en las soluciones propuestas por tres conocidos economistas (Stiglitz, Krugman y Rogoff), señalan las posibilidades desde la política económica de la estabilización, pero recuerdan la absoluta necesidad de corregir los desequilibrios profundos (estructurales) con políticas de oferta, con políticas económicas cuyos resultados no son inmediatos pero sí necesarios.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Rescates: inútiles, costosos e injustos

José Manuel Lasierra y Santos M. Ruesga, artículo publicado en El periódico de Aragón
 
Nos debemos plantear por qué el rescate, quién se beneficia, quién sale perjudicado
 
En estos tiempos tan acelerados y turbulentos los hechos y los conceptos se interpretan y se utilizan en muchas ocasiones de manera poco rigurosa, en el mejor de los casos, o de forma confusa y tramposa, en el peor. La idea de rescate es la de una actuación que se hace para salvar a alguien de un peligro o de una situación complicada. Así tenemos, el rescate a la banca, a las autonomías o al propio país. Las causas por las que cada una de estas tres entidades tienen problemas son distintas, las medidas también difieren y los resultados y consecuencias de las actuaciones del rescate producen ganadores y perdedores diversos. Nos debemos plantear, por qué el rescate, quién se beneficia, quién sale perjudicado.

1. Rescate a la banca. Los motivos de su crisis derivan, en parte, de una mala gestión, por centrarse demasiado en el ladrillo. En bastantes casos, saqueo sistemático y utilización política de las cajas desde algunas, no todas, autoridades autonómicas y bienpagados gestores. Junto a esto, unos prestamistas internacionales, alemanes y franceses, entre otros, que no midieron el riesgo. Realmente, a quienes se está rescatando es a los prestamistas internacionales que no ven mermados sus préstamos, que entran en la órbita de la cobertura y garantía públicas. Quienes pagan son los contribuyentes, se vista como se vista, y algunos inversores de las llamadas preferentes. ¿por qué no se llevan hasta sus últimas consecuencias las leyes del mercado y se deja quebrar a los bancos ruinosos mientras el Fondo de Garantía de depósitos atiende a los impositores hasta 100.000 euros, o sea la mayoría de ellos.

2. Rescate a las autonomías. La estructura de financiación de las autonomías siempre ha carecido de lo que se llama corresponsabilidad fiscal: que el que paga lo entrega a la unidad de gasto inmediata. O sea, que la CCAA recauda unos impuestos directamente y el ciudadano ve dónde los gasta y en consecuencia puede evaluar la acción del gobernante autonómico. Las autonomías han sido gestoras de un gasto que se financiaba por unos impuestos que recaudaba el estado, que es el que soporta el coste político de los impuestos. La no corresponsabilidad en los ingresos ha conducido a una política de gasto autonómico en no poca medida irracional, caracterizada por políticas expansivas de gasto, clientelismo político, proliferación de fantasías nacionalistas y corrupción. Ahora cuando la crudeza de la crisis exhibe el desequilibrio fiscal afloran con dureza esas malas prácticas y se plantea el rescate. Cuando el problema es que los bancos no prestan a las autonomías y se produce un desfase de tesorería, como dice Andalucía, el rescate es, se puede decir, una línea de crédito necesaria. Pero cuando la deuda de una CCAA alcanza casi el 20% del PIB de la comunidad, como Cataluña o Valencia, el rescate puede interpretarse como un mal externo ajeno a las políticas de los gestores autonómicos y, en consecuencia, estos gestores pueden seguir con esas políticas. Y los votantes seguir votando a esos partidos. Todo el mundo sabía quiénes eran Gil en Marbella o Fabra y Camps en Valencia y .. El no-rescate puede ejercer una importante y necesaria labor pedagógica.

3. El rescate al Estado. Ya sabemos que el enorme endeudamiento español es principalmente endeudamiento privado. Cierto que las deudas privadas empiezan a ser públicas, desde el momento que esa deudas impiden el consumo del sector privado y, por tanto, el crecimiento y la creación de empleo se hunden, los ingresos se reducen y el gasto público aumenta. No tendría por qué ser así, si conseguimos que los acreedores, irresponsables bancos alemanes, asuman también su parte de culpa y accedan a una quita. ¿Para qué sirve pues un rescate al Estado, es decir, un gran préstamo al Estado aunque sea en buenas condiciones ¿Sirve para reducir el endeudamiento privado y estimular el crecimiento El rescate permite garantizar el cobro, de momento, de las deudas de esos acreedores externos a base de reducir el empleo y las condiciones de vida de la ciudadanía de los países deudores. Mientras a ganar tiempo y ver si escampa y cambia el ciclo. El rescate sirve para que los acreedores cobren lo que los deudores no pueden pagar y a los que se responsabiliza en exclusiva de la crisis. ¿Qué ocurre en la vida económica cuando se da esa situación Se negocia una quita. El rescate no sirve para estimular el crecimiento porque no reduce las deudas y así no se liberan recursos para el consumo y la inversión. Todo lo contrario y lo estamos viendo en los países rescatados. Si el rescate no sirve contra la crisis, además de que es injusto, y este es la gran actuación, la medida extrema contra la crisis, ¿qué hacer para crecer y salir de la crisis Pues a lo mejor es que hay que salirse del euro y ensayar fórmulas propias. La mayoría imaginamos el infierno fuera del euro, pero dentro del euro los países periféricos ¿están en el paraíso ¿han mejorado o se han hundido todavía más desde el rescate Y esto sirve también para el fantástico rescate «precautorio» del BCE que nos han vendido estos días con la visita de Merkel y que han aplaudido los mercados y la bolsa.

En esta situación y ante la falta de corresponsabilidad por parte de las autoridades monetarias europeas y las de los países más potentes, en la búsqueda de soluciones a la crisis económica que nos atenaza, nos deberíamos plantear seriamente una reflexión sobre la salida del actual euro sin alarmismos. Mientras tanto, ¿rescates? No gracias.

lunes, 3 de septiembre de 2012

El euro como problema

Enlazamos el artículo que Santos M. Ruesga y José Manuel Lasierra publicaron en el periódico El País (jueves 30 de agosto de 2012), con el título El Euro como problema.

martes, 19 de junio de 2012

Rescate a bancos... alemanes

El rescate no sirve a las políticas de estímulo de la productividad y la competitividad

José Manuel Lasierra, Director de la Cátedra Jaime Vera, Universidad de Zaragoza
Artículo publicado en el Periódico de Aragón, el viernes 15 de junio de 2012

No conocemos los detalles del rescate a la banca española. Para un hombre de acción como Mariano Rajoy, estos son intrascendentes. El problema está resuelto. Aunque no se conocen los detalles, sin embargo, la práctica habitual del BCE y el Eurogrupo, que objetivamente responde, por simplificar, a los intereses alemanes, nos permite responder a algunas preguntas.

1. ¿A quién se ha rescatado realmente? Los problemas del sector financiero español, ya sabemos, provienen de la burbuja inmobiliaria que la banca española ha financiado con un fuerte endeudamiento externo. ¿Adivinan quienes han prestado más dinero a los bancos españoles? Bancos franceses, alemanes, ingleses y holandeses y diversos fondos de inversión extranjeros, principalmente. Estos son los bancos realmente rescatados. Las dudas que podía tener la banca extranjera sobre la solvencia de nuestra banca y la recuperación de sus préstamos ya se han resuelto. Donde no lleguen los bancos con sus beneficios, etc., para pagar lo recibido, llegaremos nosotros, o sea ustedes, vía FROB. Y si hay alguna duda, ahí esta la reforma constitucional que garantiza y prioriza el pago de la deuda externa.

2. ¿Para qué sirve el rescate? Se ha presentado el rescate en los media serios como un ejercicio de responsabilidad positivo y determinado de las autoridades europeas para afrontar los problemas de Europa y del euro (Europa vuelve a creer, editorial de El País 10/6/2012). En mi opinión no sirve para ninguna de las dos cosas.


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