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miércoles, 17 de junio de 2015

Convergencia y divergencia en la Unión Europea

Las políticas de austeridad están teniendo efectos negativos sobre la cohesión social y sobre la calidad de las políticas públicas: afectan al Estado de Bienestar, a la eficiencia económica en la restauración de los equilibrios macroeconómicos y a la calidad de la salida de la crisis. Sólo la convergencia económica y social puede ser la fuente de legitimación de la Unión Europea.

Esta es la idea fundamental que se tratará en el debate público del próximo martes 23 de junio, a las 19:00 horas, organizado por la Fundación Friedrich Ebert y Economistas Frente a la Crisis (EFC), en el Gran Salón Atocha del Hotel Atocha, en la Calle Atocha, 83 (Madrid).

Participa con una conferencia Michael Dauderstädt, invitado por la Fundación Friedrich Ebert, e intervienen José Moisés Martín Carretero y Santos M. Ruesga, miembros de Economistas Frente a la Crisis. El debate estará moderado por Antonio González, Vicepresidente de Economistas Frente a la Crisis.

¡Allí os esperamos!

jueves, 13 de marzo de 2014

Desequilibrios macroeconómicos, ¿ya no son excesivos?

Laura Pérez Ortiz - Universidad Autónoma de Madrid y Augusto Plató

El pasado 5 de marzo, la Comisión Europea dio a conocer los resultados de la revisión macroeconómica (el tablero de desequilibrios macroeconómicos), en el marco de la nueva gobernanza europea (de la que ya hemos hablado aquí y aquí). Para evitar que se vuelvan a producir los fuertes desequilibrios macroeconómicos que algunos países de la Unión Europea presentaban en el periodo previo a la crisis financiera desencadenada en 2008, se estableció este nuevo mecanismo de supervisión, con el fin de detectar de forma temprana los posibles desequilibrios y corregir con antelación las deficiencias.

Se pretenden vigilar desequilibrios no solo de las cuentas nacionales (para eso ya está el Pacto de Estabilidad y Crecimiento y el Procedimiento de Déficit Excesivo correspondiente), sino los relacionados con burbujas inmobiliarias, desequilibrios en las balanzas por cuenta corriente, desequilibrios por cambios en los niveles de competitividad… (se pueden consultar aquí los indicadores considerados, que incluyen los referentes a equilibrio externo, competitividad y equilibrio interno).

En palabras de la Comisión, “cuando los Estados miembros crucen los umbrales de alerta, la Comisión llevará a cabo estudios exhaustivos para analizar si los desequilibrios son perjudiciales y, en caso necesario, emitirá recomendaciones”.

Pues bien, como decía, el pasado 5 de marzo, la Comisión publicó los resultados de este tablero de desequilibrios de una buena parte de los Estados Miembros. Sólo hay tres países sin desequilibrios (Luxemburgo, Malta y Dinamarca), mientras hay 14 países que mantienen desequilibrios, en tres casos, considerados excesivos por la Comisión (Croacia, Italia y Eslovenia).

La noticia que los medios de comunicación han reseñado es la salida de España del grupo de países con desequilibrios excesivos (a pesar de mantener fuertes desequilibrios en algunos aspectos clave, como es el mercado de trabajo, y sin profundizar en las causas de los desequilibrios que, aparentemente, se van solventando). Por otra parte, a algunos también les ha llamado la atención la inclusión de Alemania (a menudo utilizada como ejemplo a seguir) entre los países con desequilibrios, en este caso, por un superávit en la balanza por cuenta corriente.

Vamos a intentar arrojar un poco de luz sobre estos dos países.

Explicando algunos desequilibrios: por exceso

En el caso de Alemania, se señala el excesivo superávit de la balanza por cuenta corriente. En este punto, conviene recordar que los desequilibrios lo son superar, por arriba (superávit) el equilibrio, como por no alcanzarlo, por abajo (déficit). Muchas veces se asocia un superávit con una situación económica boyante, pero en realidad, no deja de ser un desequilibrio (fuera del equilibrio). El persistente superávit de la balanza por cuenta corriente alemana lo que indica es una persistentemente débil demanda interna: los recursos no se asignan adecuadamente y se invierten los ahorros en el exterior.

Alemania sigue dependiendo del resto de países para crecer económicamente. ¿Y si los demás no crecemos? Pues ahí es donde aparece el problema: no tiene capacidad interna suficiente para absorber su producción, lo que puede derivar en una presión a la baja de los precios en el interior del país (¿les suena de algo el miedo a la deflación que tanto se oye últimamente?). Por tanto, la Comisión propone que se adopten las medidas necesarias para fortalecer el crecimiento interno, impulsando la inversión (tanto en el ámbito público como privado) en capital físico y humano, favoreciendo el crecimiento potencial de la economía alemana. ¿Se parece en algo esto a las políticas de austeridad y contención del gasto que tanto predica Alemania para los países del Sur? No, en absoluto, más bien, todo lo contrario: es lo que se llama expansión de la demanda agregada, en este caso, en su vertiente interna.

Explicando algunos desequilibrios: por exceso

Bien distinta es la situación española, no porque no haya mejorado en la corrección de algunos (recalco, algunos) desequilibrios, véase el de la balanza por cuenta corriente, sino porque estos tienen otra orientación. Si Alemania mantiene un persistente superávit, en España hemos tenido tradicionalmente déficit, especialmente significativo desde el periodo previo a la crisis.

Y en el último año (atención, sólo un año, cuando los umbrales del tablero requieren la media de los últimos 3 años), el saldo de la balanza por cuenta corriente más la balanza de capital (lo que nos indica la capacidad o necesidad de financiación de una economía frente al exterior) ha cambiado de signo, ha dejado de ser negativo y se sitúa en el 1,4% del PIB (ojo, con los últimos datos publicados del PIB).


viernes, 18 de octubre de 2013

La voz de los campos sonó nuevamente

Santos M. Ruesga, artículo publicado en la revista “Ejecutivos” nº 245, octubre 2013 y en www.economistasfrentealacrisis.com

En los últimos años no hay gobierno que pierda ocasión de mostrar sus habilidades agrario-predictivas para obsequiarnos cada septiembre con una buena nueva de que algo crece ya en nuestra economía. Da igual que no tengamos mucho soporte en las predicciones, nacionales o internacionales; a la voz de “brotes verdes” se concitan todas las energías optimistas de nuestros responsables políticos con la buena intención de sacarnos de este marasmo económico que desde hace ya cinco años nos lleva de “derrota en derrota hasta la victoria final”, según uno de los creadores del marxismo moderno, don Groucho. Nos pasó con el Sr. Rodríguez Zapatero allá por los primeros años de la Gran Recesión que estamos viviendo y nos pasa ahora, de forma reiterada, con el Sr. Rajoy.

Pero, desgraciadamente, más allá de las buenas intenciones de gobernantes y técnicos al servicio de su redención, los hechos y las estadísticas que los reflejan no dan para tales alegrías, sino más bien nos muestran que los brotes aún siguen marchitos. Y es que, más allá de la intencionalidad de tales asertos, puede ocurrir que los mismos se vuelvan contra los deseos de sus emisores; como apunta una colega y amiga, Ana Isabel Viñas, en un reciente artículo: “Los que se empeñan en avanzar la llegada de la recuperación persistentemente, sin pruebas de que efectivamente va a suceder, deben tener en cuenta que la confianza de los agentes es un arma económicamente poderosa: es capaz de sobredimensionar tanto una etapa expansiva como una recesiva. Malutilizarla con fines políticos podría llevar a que una vez que se inicie la verdadera recuperación (que seguro que cuando venga llegará para nuestro país de la mano de Europa como locomotora), nadie crea que ha terminado la crisis y el signo de la confianza de familias y empresas vaya en sentido contrario” (enlace). Y es que, enfatiza esta colega, se nos olvida con mucha frecuencia el cuento de “Pedro y el lobo” que tantas veces nos repetían los mayores desde nuestra más tierna infancia. 

El riesgo no está solo en defraudar la confianza de consumidores y empresarios, sino también en errar, en este momento, en los pronósticos implícitos que el presupuesto de 2014 encierra entre sus cifras. Una excesiva alegría en las predicciones de crecimiento tanto del PIB como del empleo, de no cumplirse, significará mayores dificultades aún de cumplir con los objetivos de déficit; menos ingresos de los previstos –las bases imponible no crecen al ritmo diseñado- y mayores gastos, aunque solo sea por el tirón de los estabilizadores automáticos (bien es cierto que algunos ya se han embridado, como la revalorización de las pensiones públicas –véanse mis artículos en Ejecutivos en los números 242 y 244-). Es decir, el optimismo predictivo arrastra consecuencias negativas en la gestión de la política económica, que en el contexto de austeridad en el que se mueve, activarán aún más el círculo vicioso de la recesión. 

Las cifras con las que contamos sobre evolución de la actividad económica, con datos para el segundo trimestre de este año, no permiten prever una mejora sustancial en lo que queda del mismo; a lo sumo que a 31 de diciembre podremos constatar que ha sido igual de malo que el año pasado, con ligeras mejoras en algunos parámetros que podrían estar indicando que para el primer semestre del año siguiente estaríamos tocando fondo en esta fase de la gran recesión. Pero cuidado que también después del gran batacazo de 2009-10 se anunciaron nuevos brotes verdes y nos encontramos con la caída de 2012-13; no tenemos garantizado que el suelo recesivo que podamos tocar el próximo año sea la antesala de una larga recuperación, ni, tampoco, del lanzamiento de un ciclo de crecimiento robusto y sostenible. 

Las predicciones de los organismos internacionales que nos suelen aconsejar cotidianamente sobre lo que hacer y lo que no hacer, hasta el momento, no parecen compartir el optimismo gubernamental. En el cuadro adjunto se recogen algunas de ellas para el año actual, que reflejan un panorama no precisamente halagüeño.

jueves, 3 de octubre de 2013

Pedro y el lobo … ¡y los brotes verdes!

Ana I. Viñas Apaolaza - Augusto Plató

En el cuento infantil de Pedro y el lobo, un pastor, aburrido de cuidar todo el día a sus ovejas, se divertía engañando a los habitantes del pueblo. ¡Qué viene el lobo!, gritaba … 

Parece que en las últimas semanas ha rerere…resurgido el discurso de los “brotes verdes”. Políticos y medios de comunicación intentan convencer a la sociedad española de que la llegada de la recuperación económica es ahora (¿no antes, ni antes de antes?) inminente. La interminable búsqueda de confianza económica en los consumidores y las empresas (quiero pensar que esta es la razón del discurso y no la mera diversión de un pastorcillo) está conduciendo a una insistencia que, como en el caso de Pedro, es ya más que molesta y puede tener efectos perversos. Tantas fueron las veces que Pedro alarmó sobre la llegada del lobo, que el pueblo dejó de creerle. Un día llegó el animal y nadie confió en Pedro; nadie le ayudó a salvar a sus ovejas. 

Los que se empeñan en avanzar la llegada de la recuperación persistentemente, sin pruebas de que efectivamente va a suceder, deben tener en cuenta que la confianza de los agentes es un arma económicamente poderosa: es capaz de sobredimensionar tanto una etapa expansiva como recesiva. Malutilizarla con fines políticos podría llevar a que una vez se inicie la verdadera recuperación (que seguro cuando venga, llegará para nuestro país de la mano de Europa como locomotora), nadie crea que ha terminado la crisis y el signo de la confianza de familias y empresas vaya en sentido contrario; frenando quizá en esos momentos la mejora real de la actividad y del empleo. 

Una postura política ética e inteligente sería guardar el discurso de los brotes verdes para cuando haya evidencias claras (y consenso) de una recuperación. La debilidad de los argumentos que sustentan la afirmación es manifiesta. ¿Cómo podemos asegurar que vamos a crecer sólo porque ahora destruimos menos empleo y menos actividad que antes? Parece lógico pensar que esto es así por el mero efecto estadístico, y puede suceder tanto si vamos a salir inmediatamente de la recesión como si la recuperación tarda más en llegar.

viernes, 3 de mayo de 2013

Ni brotes ni verdes

Ana I. Viñas - Augusto Plató

Hemos llegado al Día Internacional del Trabajo este año 2013, con peores noticias que en los años anteriores. Únicamente el fatídico 2009 muestra cifras de recesión y destrucción de empleo más profundas que las vistas estas semanas en los indicadores publicados.

La Encuesta de Población Activa arrojó una tasa de paro desconocida del 27,16%, con una nueva caída del empleo del 4,6%, donde ya llueve sobre mojado (desde el primer trimestre de 2012 se acumulan descensos de la ocupación sucesivos superiores al 4%). Ya no se salva nadie, hombres y mujeres, jóvenes y mayores, nacionales y extranjeros, en todos los sectores de actividad, privados y públicos; para todos ellos (nosotros), el desempleo avanza y se extiende como una mancha. 

El 30 de abril el INE publicó el indicador adelantado del PIB para el primer trimestre de 2013. Otra cifra negativa, esta vez el descenso interanual es del 2%, mayor que el del último trimestre de 2012 (-1,9%), encadenando cinco trimestres seguidos de recesión, es decir, casi el mismo tiempo que cuando llegó la ola de la crisis, entre finales de 2008 y mitad de 2010.

Evolución del empleo y del PIB en España durante la recesión (%)
Fuente: Augusto Plató a partir de EPA y Contabilidad Nacional Trimestral de España (INE).

Y las previsiones siguen sin apuntar nada bueno. Entre las más recientes, procedentes del Fondo Monetario Internacional, en su informe sobre “Perspectivas de la Economía Mundial” (confirmadas por las previsiones de primavera publicadas por la Comisión Europea) señalan una caída anual del PIB de 1,5% para 2013; y lo que es peor, una estimación de la tasa de paro del 27%, que confirma que la realidad (repito, con una tasa del 27,16% para el primer trimestre de 2013) supera la ficción.

Pero encontramos otros países con pronósticos pesimistas. Alemania no logra remontar y Francia, Italia y el conjunto de la Zona Euro continúan en cifras negativas. Con este comportamiento del entorno, será difícil que la demanda externa española consiga arrastrar al conjunto de la economía.

Y en este contexto, el Gobierno aprueba el Plan de Estabilidad (2013 – 2016) y el Programa Nacional de Reformas 2013, asegurando que “la economía española sienta las bases de la recuperación y la creación de empleo”, que según el Gobierno llegará en 2014. Difícil de creer a la vista de las cifras publicadas dentro y fuera del país. La economía no es una ciencia exacta, pero tampoco oculta. La ecuación es clara: un descenso de la demanda interna de consumo e inversión más la intensificación de los recortes públicos, con una demanda externa débil, es igual a un menor empleo y, por consiguiente, a un aumento del paro.

Podremos celebrar que la prima de riesgo se mantenga por debajo de los 300 puntos, pero no hay que engañarse, esta variable no forma parte de un cuadro macroeconómico básico y su evolución en ningún caso es indicio de la recuperación real de una economía. Actividad y empleo seguirán siendo las protagonistas de la medición de la salud y sostenibilidad de la economía de un país. Y, por desgracia, de momento, lo dicho y visto: ni brotes ni verdes.

martes, 22 de enero de 2013

¿Error, estupidez o ideología?


Norberto E. García – Consultor Internacional - negarcia@speedy.com.pe

El 3 de enero del 2013 el FMI difundió varios análisis referidos a España o que afectan a las políticas en marcha en nuestro país. Un primer anunció ratificó que el FMI espera para el 2013 una contracción adicional de la economía española de 1,5 por ciento medida por el PIB – en contraste con la contracción de 0,5 por ciento proyectada por el actual Gobierno. No se entiende entonces porqué el Sr. de Guindos anunció días atrás que en el segundo semestre de este año comenzaría una significativa creación de empleos, lo que requeriría previamente una tasa de crecimiento del PIB superior a 2,5 por ciento 

Un segundo anuncio del FMI es que el déficit público se situará en aproximadamente 7 por ciento del PIB en 2012, y si se incluyen los recursos para el salvataje de la banca, llegará al 8 por ciento. Ambas cifras son muy superiores a la meta inicial de 4,5 por ciento declarada por el actual Gobierno – y a la posterior meta revisada del 6,3 por ciento del Gobierno y de la UE. Lo mismo espera el FMI para el 2013 – un déficit público de 6,5 por ciento del PIB muy superior al 3 por ciento declarado inicialmente por el Gobierno y a la meta revisada de 4,5 por ciento del Gobierno y UE - y hace énfasis en que el objetivo de alcanzar un Déficit/PIB de 3 por ciento establecido por la Comisión Europea, no será alcanzado en el 2014 sino años más tarde. 

El tercer hecho es la difusión de una investigación econométrica efectuada por Olivier Blanchard – Economista Jefe del FMI – y Daniel Leigh, economista de la misma institución[1]. Con información del período 2009-11 y cubriendo una amplia muestra de países – incluyendo 26 países de la Unión Europea – Blanchard y Leigh encuentran que los programas de ajuste subestimaron gravemente el efecto contractivo de la política de austeridad fiscal extrema implementada en esos años en diversas experiencias. 


miércoles, 4 de abril de 2012

Efectos macroeconómicos de la reciente reforma laboral

El consumo privado 

Como se ponía de manifiesto en la anterior entrega sobre los efectos socioeconómicos de la reciente Reforma Laboral, uno de los aspectos a destacar en este sentido, es la alteración que produce en la distribución funcional de la renta, trasladando, en cuantía importante, recursos desde las retribuciones salariales a los rendimientos empresariales y de capital. Esto significa que la disponibilidad de renta por el conjunto de los trabajadores disminuye en favor de aquellas otras que tienen una menor propensión marginal al consumo. Lo que ha de significar que en meses venideros y quizá años, la aportación de la demanda del consumo privado al crecimiento económico disminuirá, arrastrando a una senda aún más negativa a uno de los componentes tradicionales de impulso al avance del Producto Interior Bruto. También es cierto, que se podría interpretar que la ruptura de esta dinámica tradicional de impulso al crecimiento económico, en el caso español, podría tener efectos colateralmente positivos en la medida que se frenaría la expansión de las importaciones que, también tradicionalmente, ha venido acompañándonos durante los últimos lustros a los incrementos del consumo de los ciudadanos. Bien es verdad, no obstante, que el problema del desequilibrio derivado de una fuerte expansión de las importaciones en relación con las exportaciones, no hay que buscarlo sólo en la dinámica del consumo privado, sino más bien en la competitividad de las empresas frente al exterior. Ahora bien, pensando en una economía que crece de forma sostenida, lo razonable es propiciar el desarrollo de la productividad empresarial de tal manera que su competitividad frente al exterior, en aumento, permita absorber los incrementos de la demanda que se derivan del avance del consumo privado, a instancias del incremento de la renta disponible. Esto no ha ocurrido así en la economía española, lo que ha significado crecientes déficits de nuestra balanza comercial (acompañado de un fuerte endeudamiento de las familias y de las empresas). Lo que, esto pone de manifiesto, en última instancia, es la incapacidad de nuestro sistema productivo para absorber tirones de la demanda a causa de sus carencias en materia de competitividad frente al exterior. 

En cualquier caso, lo que cabe deducir de lo anteriormente expuesto es que no se puede esperar, en el horizonte inmediato, incluso en el medio plazo de uno o dos años, que la demanda privada juegue, como tradicionalmente ha ocurrido, un papel de dinamización económica en aras de lograr mayores niveles de crecimiento económico, y por extensión de generación de empleo. Habrá que buscar en otras componentes del cuadro macro económico los posibles impulsos al crecimiento económico. 


martes, 13 de marzo de 2012

Recortes que importan y recortes que no importan

Las últimas estadísticas publicadas de las cuentas nacionales para los países europeos confirman que la moderada recuperación iniciada en 2010 era un mero espejismo. En el último trimestre de 2011 las tasas de variación intertrimestral del PIB señalan un descenso de la actividad económica en toda Europa. En España, la bajada se cifra en un 0,3%, de igual valor que en la Zona Euro y en la Unión Europea de los 27. 

Mientras que algunos siguen culpando de esta recaída a los países del sur de Europa por su elevado déficit público y la excesiva regulación de sus mercados, especialmente el de trabajo, lo cierto es que las previsiones económicas publicadas por la Comisión Europea el pasado febrero son pesimistas para el conjunto de Europa, y no sólo para los países periféricos. 

Desde un análisis estrictamente económico, más bien parece que las políticas fiscales restrictivas o contractivas, sorprendentemente ahora llamadas políticas de estabilidad económica, están teniendo sus previsibles efectos (contracción del PIB vía demanda agregada), aunque siguen con dificultades para lograr su objetivo (reducir el déficit). No parece que a los gobiernos europeos les esté resultando difícil recortar el volumen de gastos; lo realmente complicado es, en un entorno de estancamiento de la actividad económica, aumentar o mantener los ingresos para lograr disminuir la diferencia, es decir, el déficit. 

Así que, tanto la recuperación como la reducción del déficit público pasan por la necesidad de aumentar la actividad económica. Algo que en España, y según el gobierno, no va a suceder próximamente. Al contrario, el cuadro macro presentado hace unos días refleja claramente el deterioro del PIB, en todos sus componentes, con el negativo efecto que esto supone para el empleo.

Fuente: Ministerio de Economía y Competitividad.

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