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jueves, 11 de diciembre de 2014

Menos salarios y más desigualdad

Ana I. Viñas Apaolaza- Augusto Plató

La Organización Internacional del Trabajo publicaba el 5 de diciembre su Informe Mundial de Salarios. De su lectura cabe resaltar algunas cuestiones de interés para los países desarrollados, y en concreto para España.

La evolución de los salarios reales en los países desarrollados se caracterizó por un estancamiento, pasando de un descenso del 0,5% en 2011 a imperceptibles cifras positivas del 0,1% en 2012 y del 0,2% en 2013. 

En países como España, Grecia, Irlanda, Italia y Reino Unido, entre otros, el nivel del salario medio real en 2013 fue inferior al de 2007. En España el salario pierde más de 3 puntos.

Evolución de los salarios reales medios (índice 2007=100), 2007–2013

Fuente: a partir de ILO Global Wage Report 2014/15

La OIT destaca el efecto composición en este comportamiento de los salarios. Los salarios medios pueden aumentar por el hecho de que los trabajadores en empleos peor remunerados, son despedidos más fácilmente. En España así se pudo ver durante la primera fase de la crisis en 2009-2010, cuando gran parte de los trabajadores temporales, con empleos más precarios, fueron despedidos o simplemente finalizaron su contrato sin volver a ser empleados. 

De igual forma, los salarios medios se reducen por el efecto composición, si las nuevas contrataciones se realizan a salarios más bajos. También se ha podido observar este fenómeno en España. El nuevo empleo creado en la última parte del ciclo ha sido sobre todo temporal y a tiempo parcial, de manera que se ha reducido el salario medio; mostrando un descenso del salario de reserva al que los trabajadores están dispuestos a aceptar un empleo. Como consecuencia, el nivel del salario medio real en 2013 fue inferior al de 2007. 

Al mismo tiempo, el crecimiento de la productividad del trabajo en las economías desarrolladas fue superior al del salario real, de forma que la participación de la remuneración del trabajo en la renta nacional ha perdido peso en la etapa. En el caso de España, los cálculos de la OIT estiman una pérdida de 4,5 puntos entre 2009 y 2013.

Estos desequilibrios en la distribución de la renta han provocado un aumento de la desigualdad, aunque con diferentes tendencias. En los países desarrollados donde la desigualdad ha aumentado, el factor desencadenante ha sido el estancamiento o reducción de los ingresos de las familias.

De hecho, en países como España la desigualdad surge del mercado laboral, por la pérdida de empleo y las desigualdades salariales. Junto a Estados Unidos son los dos países donde más aumentaron las diferencias, medidas en términos de comparación entre hogares en el decil superior y hogares en el decil inferior de ingresos. En España, los cambios en la distribución salarial y la pérdida de empleo, determinaron el 90% de ese aumento de la desigualdad.

Este incremento de la desigualdad es el resultado de una mayor caída de la renta en términos reales en los hogares que menos ingresos reciben, frente a la sufrida por los hogares con mayores rentas. Entre los hogares con rentas más bajas el descenso se ha producido en los salarios, las rentas del trabajo autónomo y las pensiones; las prestaciones por desempleo han aumentado, aunque no lo suficiente para compensar el resto. Mientras, en los hogares de rentas más altas, también se reducen los salarios, pero en una proporción inferior.

Además, el informe señala que España es el segundo país, tras Irlanda, donde las desigualdades entre los hogares de clase media han aumentado más. 

Por último hay que señalar que, salvo en España, en los países desarrollados más afectados por la recesión económica se produce el llamado “flattening effect”, a través del cual se observa una disminución de las desigualdades. El estancamiento afecta a todos los hogares e incluso más a los hogares con rentas superiores.

jueves, 20 de marzo de 2014

El precariado

José Manuel Lasierra y Santos M. Ruesga
Artículo publicado en El periódico de Aragón



Los efectos de la crisis y las políticas aplicadas han modificado, ya de forma profunda, la estructura de nuestro mercado laboral, tanto en la cantidad de empleo como en su calidad. Las consecuencias de estas reformas sobre la organización social no van a ser pequeñas y ya se están manifestando en forma de claro incremento de la pobreza y de las desigualdades sociales.

El modelo laboral de la posguerra, en el pasado siglo XX, empezó a resquebrajarse nada más comenzar la salida de la crisis de los años ochenta. Se trataba de un modelo caracterizado por la estabilidad en el empleo, una mejora de las condiciones laborales, en cuanto a horas de trabajo y derechos y garantías en el trabajo y un crecimiento continuado de los ingresos salariales.

El progresivo deterioro de este modelo comenzó a manifestarse con el desempleo masivo, el crecimiento de la temporalidad y los empleos a tiempo parcial o los regulados por la legislación mercantil y no por la laboral. En poco tiempo, estos trabajadores "atípicos" alcanzaron en nuestro caso una tercera parte de la población ocupada. Desde algunos sectores académicos, se consideraba que esa dualidad, entre trabajadores fijos y precarios, era lo que causaba los desajustes en nuestro mercado de trabajo, confundiendo el efecto con la causa. Las empresas no contrataban porque estos trabajadores tenían muchos derechos, se decía, y recurrían a trabajadores temporales, fáciles y baratos de despedir, lo que a su vez, en ese estado de precariedad, les llevaba a no adquirir formación y a enquistarse como una mano de obra poco productiva. Es decir, una especie de trampa de la pobreza en la que cuando caes ahí, te acomodas y no sales de ella. Nuestra percepción de esa dualidad es otra. No contribuía a generar tal desempleo, en tanto que mantenía un importante núcleo de dos terceras partes de la población en trabajos estables, con unas condiciones aceptables. Además, el modelo ofrecía la posibilidad de que los trabajadores temporales pasasen a ese segmento de empleos mejores y más estables.

Foto: Nacho Pérez.

jueves, 27 de febrero de 2014

Europa y la pobreza de sus ocupados

Elena Cachón - Universidad Autónoma de Madrid - Augusto Plató

"Desafortunadamente, no podemos decir que tener un trabajo sea equivalente a tener un nivel de vida decente". Así de rotundo se mostró el Comisario de Empleo, Asuntos Sociales e Inclusión, László Andor, el pasado 21 de enero, en la presentación del último informe anual de la Comisión Europea sobre la situación social y laboral en la Unión Europea (Employment and Social Developments in Europe 2013). Andor alertó sobre la precarización laboral y la escalada del número de trabajadores europeos en riesgo de pobreza debido a los recortes salariales, las reducciones de jornadas laborales y la extensión de la contratación temporal, como consecuencia de la crisis económica en Europa. La tasa de riesgo de pobreza o exclusión social, conocida como tasa AROPE (At Risk of Poverty and/or Exclusion), sitúa a la población en riesgo de pobreza o exclusión social si está en alguna de estas situaciones: en riesgo de pobreza (60 por ciento de la mediana de los ingresos por unidad de consumo), en carencia material severa (con carencia en al menos 4 conceptos de una lista de 9, por ejemplo, no poder pagar el alquiler o comprar determinados bienes de consumo básico) o pertenecer a hogares sin empleo o con baja intensidad en el empleo, que son aquellos en los que sus miembros en edad de trabajar lo hicieron menos del 20 por ciento del total de su potencial de trabajo durante el año de referencia.

Fuente: Augusto Plató a partir de Eurostat.
Por otro lado, analiza el impacto de las prestaciones sociales y las prestaciones por desempleo sobre las posibilidades de conseguir un puesto de trabajo. Y su conclusión es clara: en igualdad de condiciones, las personas que reciben prestaciones por desempleo tienen más posibilidades de conseguir un puesto de trabajo que las que no las reciben. Según los resultados de su análisis, los sistemas de protección por desempleo ayudan a mejorar la adecuación y las capacidades a las demandas del mercado de trabajo, de manera que se pueda acceder a un puesto de trabajo de mayor calidad, y de este modo salir de la situación de riesgo de pobreza.



jueves, 16 de agosto de 2012

Competencias y mejor empleo


Elena Cachón - Augusto Plató


En los últimos tiempos mucho se oye hablar de la fuga de cerebros en nuestro país. Según las Estimaciones de la Población Actual del INE, durante 2011 62.611 españoles abandonaron el país. De ellos el 25.4% tiene entre 20 y 34 años y el 38,1% entre 20 y 39 años. Si la mayoría de estos jóvenes que hoy hacen las maletas en nuestro país están altamente cualificados, su huida compromete la posible (y deseable) transformación de nuestro modelo productivo, y una salida más cercana y sostenible de la recesión en nuestro país, donde no parece que exista un plan para lograr su retorno en un futuro más o menos lejano. 

La fuga de cerebros, además de la pérdida de las inversiones en dichas competencias, supone la pérdida de las personas con valiosas competencias, lo que obviamente da lugar una escasez de competencias en el país de emigración. Y esto es otro drama añadido a la ya grave situación de nuestro país, puesto que las competencias transforman vidas e impulsan economías, generando opciones más sólidas de crecimiento. Ahora bien, como señala la OCDE en su informe Mejores competencias, mejores empleos, mejores vidas. Enfoque estratégico de políticas de competencias, la coexistencia de profesionales desempleados y empleadores que afirman que no encuentran a las personas con las competencias que necesitan, revela que las competencias no se traducen automáticamente en mejores resultados económicos y sociales. Se necesita una estrategia de transmisión. Y la OCDE ya la tiene, y pretende ayudar a los países a transformar las competencias en mejores empleos y mejores vidas. Porque la experiencia demuestra que la mejor manera de detener la fuga de cerebros es dar incentivos para quedarse, como mejorar las condiciones del mercado laboral local. 

Para lograr que un país mejore la cantidad y la calidad de sus competencias, una de las claves de estrategia de la OCDE se centra en alentar a las personas a educarse. Para ello es necesario investigar sobre el desarrollo de competencias a lo largo de la vida de una persona, puesto que este es el núcleo duro de las políticas de competencias. Gobiernos y empresas deben trabajar juntos para recopilar evidencias sobre la demanda de competencias, presentes y futuras, y disponer de información para los sistemas de educación y formación. Esto debe ir acompañado de una mayor y mejor vinculación entre la formación y el mundo del trabajo, donde empleadores y sindicatos tiene un papel fundamental. Pero preparar a los jóvenes para la vida laboral con educación y formación previas es sólo una faceta del desarrollo de competencias; los adultos en edad de trabajar también necesitan desarrollar sus competencias para avanzar en su trayectoria laboral y cumplir con las cambiantes demandas del mercado de trabajo. 


martes, 5 de junio de 2012

Calidad del empleo

El pasado 12 de abril se presentó la "5ª encuesta europea sobre condiciones de trabajo", realizada por Eurofound. Para la ocasión, se celebró una conferencia, junto con el Parlamento Europeo, bajo el título "La calidad del trabajo y el empleo: una herramienta política para un crecimiento incluyente y sostenible".



A pesar de las políticas que se están llevando a cabo, que parece que van en contra de la calidad, además de la cantidad, del trabajo y el empleo, resulta esperanzador que se siga haciendo hincapié en la necesidad de que el empleo que se pueda crear sea de calidad, del mismo modo que la OIT señala la necesidad de crear "Mejores empleos para una economía mejor", en su Informe sobre el Trabajo en el Mundo, 2012.

A este respecto, Santos M. Ruesga, Laura Pérez Ortiz y Ana I. Viñas hemos publicado recientemente un artículo sobre "Negociación colectiva y calidad del empleo en la Unión Europea", en la Revista de Economía Mundial, que se puede consultar aquí.
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