Santos M. Ruesga, Universidad Autónoma de Madrid (artículo publicado en Correo del Sur, nº 333, mayo 2013)
No sólo es el título de un libro del recientemente fallecido economista, literato y, singularmente humanista José Luis Sampedro. “El río que nos lleva”, título de su primera novela escrita, que no publicada, es una metáfora de su propia vida, o al menos de cómo él quiso que fuere su propia existencia y, a tenor de sus propias declaraciones en los últimos días de su larga vida, así lo alcanzó. Una vida plena de disfrute de uno mismo y del mundo que nos rodea, de la existencia en sí misma, en suma del día a día. Una vida con los demás y, compartiendo, para los demás. Una vida que llegó a la planicie marina hace unos días.
Trascendiendo a la oscura sombra que nos proyecta la medieval metáfora del río del poeta Jorge Manrique (“Coplas a la muerte de su padre”), más allá también del pesimismo cristiano que ennegrece el paso por la vida del ser humano, la visión de José Luis Sampedro significa una explosión de vitalidad, donde cada gota de agua del río que nos lleva disfruta de su caminar en el torrente, en compañía de otros tantos millones de gotas, sin cuyo concurso no habría río. No es contemplando “como se pasa la vida, como se viene la muerte tan callando” como el ser humano alcanza su plenitud, sino en armonía con el mundo “y eso supone una vida que cursa como un río. El río trisca montañas abajo, luego se remansa y llega un punto, como estoy yo, en que acaba. Mi ambición es morir como un río, yo noto la sal”.
Esta comprensión del mundo desde la metáfora del rio que nos lleva ilumina no solo la vida y el acercamiento a la muerte del José Luis Sampedro, sino que la encontramos a lo largo de su obra literaria, también de la económica.