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sábado, 5 de enero de 2013

La ética de los negocios y la crisis en España

Norberto E. García - Consultor Internacional (negarcia@speedy.com.pe) - Augusto Plató

En la Gran Crisis que se inicia en 1929, la enorme caída de la bolsa de EEUU redujo casi a cero el valor de cientos de miles de acciones y bonos. Las empresas así afectadas – particularmente en el sector financiero – se encontraron que su capital neto era cercano a cero o negativo y enfrentaban la bancarrota. Muchos ejecutivos, gerentes y presidentes de directorios de esas empresas, se suicidaron porque se sentían responsables de la enorme pérdida de capital ocasionada a sus empresas y a sus accionistas.
En la crisis iniciada en España en el 2008, los altos ejecutivos y directores de las empresas financieras que se hundieron, no sólo no se suicidaron, si no que siguieron cobrando los jugosos bonos corporativos a pesar de que las empresas que dirigían se habían ido a pique bajo su gestión [1]. En cambio, al enfrentar el desempleo y la falta de ingresos para pagar la mensualidad de la hipoteca, y verse obligados a entregar su vivienda a los bancos, los que se suicidaban (y siguen haciéndolo) fueron las personas que se sintieron dolorosamente abrumadas por la combinación del desempleo y la pérdida de sus viviendas.
Este contraste señala mejor que cualquier análisis, el dramático cambio registrado en la ética de los negocios, entre 1930 y la actualidad. En rigor, entre 1980 y la actualidad porque el cambio se origina en la desregulación del sistema financiero que tiene lugar desde el principio de los años 80’s del siglo XX. La desregulación condujo a una actividad frenética para obtener nuevas fuentes de ganancias, cualquiera fuera su resultado posterior y sin prestar atención alguna a los principios éticos. A principio de los 1980’s las utilidades del sistema financiero constituían aproximadamente un 10 por ciento de las utilidades corporativas registradas en las Cuentas Nacionales de los EEUU. Hacia el 2006, la participación de las utilidades del sistema financiero se había elevado a 40 por ciento.
Este dramático cambio se trasladó también a las empresas productivas de las restantes actividades económicas, y se llegó a la situación de que un director ejecutivo de cualquier empresa, se convenció que debía dirigir la empresa con el ojo puesto en el valor diario de sus acciones en bolsa, y adoptar todas las medidas necesarias en su empresa, para evitar que la cotización de sus acciones cayera y en lo posible, aumentara. A partir de ese cambio, las empresas no se guiaban por criterios de mercados y ventas, por las nuevas inversiones necesarias para la adopción de innovaciones o por criterios de competitividad externa o interna. Comenzaron a guiarse por la cotización de sus acciones. En los hechos, la inversión privada de un sin número de empresas de EEUU. comenzó a guiarse por la adopción de ese nuevo criterio. Lo que implica que la formación de capital de la economía comenzó a depender crecientemente de un Gran Casino – siguiendo las palabras de Lord Keynes en 1936.

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