Elena Cachón - Augusto Plató
En los últimos tiempos mucho se oye hablar de la fuga de cerebros en nuestro país. Según las Estimaciones de la Población Actual del INE, durante 2011 62.611 españoles abandonaron el país. De ellos el 25.4% tiene entre 20 y 34 años y el 38,1% entre 20 y 39 años. Si la mayoría de estos jóvenes que hoy hacen las maletas en nuestro país están altamente cualificados, su huida compromete la posible (y deseable) transformación de nuestro modelo productivo, y una salida más cercana y sostenible de la recesión en nuestro país, donde no parece que exista un plan para lograr su retorno en un futuro más o menos lejano.
La fuga de cerebros, además de la pérdida de las inversiones en dichas competencias, supone la pérdida de las personas con valiosas competencias, lo que obviamente da lugar una escasez de competencias en el país de emigración. Y esto es otro drama añadido a la ya grave situación de nuestro país, puesto que las competencias transforman vidas e impulsan economías, generando opciones más sólidas de crecimiento. Ahora bien, como señala la OCDE en su informe Mejores competencias, mejores empleos, mejores vidas. Enfoque estratégico de políticas de competencias, la coexistencia de profesionales desempleados y empleadores que afirman que no encuentran a las personas con las competencias que necesitan, revela que las competencias no se traducen automáticamente en mejores resultados económicos y sociales. Se necesita una estrategia de transmisión. Y la OCDE ya la tiene, y pretende ayudar a los países a transformar las competencias en mejores empleos y mejores vidas. Porque la experiencia demuestra que la mejor manera de detener la fuga de cerebros es dar incentivos para quedarse, como mejorar las condiciones del mercado laboral local.
Para lograr que un país mejore la cantidad y la calidad de sus competencias, una de las claves de estrategia de la OCDE se centra en alentar a las personas a educarse. Para ello es necesario investigar sobre el desarrollo de competencias a lo largo de la vida de una persona, puesto que este es el núcleo duro de las políticas de competencias. Gobiernos y empresas deben trabajar juntos para recopilar evidencias sobre la demanda de competencias, presentes y futuras, y disponer de información para los sistemas de educación y formación. Esto debe ir acompañado de una mayor y mejor vinculación entre la formación y el mundo del trabajo, donde empleadores y sindicatos tiene un papel fundamental. Pero preparar a los jóvenes para la vida laboral con educación y formación previas es sólo una faceta del desarrollo de competencias; los adultos en edad de trabajar también necesitan desarrollar sus competencias para avanzar en su trayectoria laboral y cumplir con las cambiantes demandas del mercado de trabajo.