jueves, 13 de diciembre de 2012

Las restricciones al crecimiento de España


Norberto E. García,  Consultor Internacional - Augusto Plató

Existe cierto grado de consenso en que para poder superar la crisis financiera actual es indispensable que el Banco Central Europeo (BCE) facilite los recursos para reducir significativamente y en forma duradera la prima de riesgo, mientras se avanza en el saneamiento del sistema financiero. Parte del debate es por qué el Gobierno de Don Mariano Rajoy no solicita esos recursos, puesto que el rescate del sistema financiero aprobado por la Comisión Europea impuso de hecho condiciones tales que España ya perdió autonomía para la implementación de su política económica. 

No obstante, conviene destacar un tema. El debate previo es relevante, pero no debería ser el único debate que nos preocupe. La hipótesis que pareciera manejar el actual Gobierno y el liderazgo de la Eurozona es que el saneamiento del sistema financiero permitirá el fluir del crédito y que la reducción de la prima de riesgo reducirá significativamente el costo del endeudamiento público y privado, facilitando así la inversión en proyectos productivos. Implícitamente se asume que el saneamiento financiero y la reducción de la prima de riesgo, son dos condiciones que al cumplirse, permitirán que los mercados operen reactivando la inversión y el crecimiento económico. 

Ese enfoque debe ser evaluado a la luz del plazo que requerirá el libre funcionamiento de los mercados, con un sistema financiero más saneado y una prima de riesgo más baja, para generar el crecimiento y el empleo necesario para reducir el paro a digamos, 7 u 8 por ciento. Cualquier cálculo, aún los optimistas, sugieren que se necesitarán entre 20 y 25 años para reducir el paro de un 27 por ciento en 2013 a un 7 por ciento, si la estrategia adoptada es descansar en la libre asignación de recursos a través del funcionamiento espontáneo de los mercados. Esto implica aceptar que España recuperará niveles de empleo aceptables hacia el año 2033 – 2038. 
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La razón principal de ese resultado es la muy débil competitividad estructural de la economía española, que es la principal restricción al crecimiento en un mundo globalizado. El bajo nivel de productividad y el lento crecimiento de la misma debilita la competitividad de España en un mundo en que los países con quienes compite aumentan su productividad año tras año. 

Las economías emergentes que han tenido que enfrentar en los pasados cincuenta años un obstáculo similar, debieron adoptar estrategias deliberadas y políticas activas para incidir y promover aumentos sostenidos de la productividad. Sólo aquellos países que optaron por esa senda, fueron exitosos en alcanzar altos ritmos de crecimiento del producto y el empleo - siendo Japón (1950-75), China (1980- 2010) y los ocho Tigres del Sudeste de Asia (1960-2010) el ejemplo clásico en la materia. 

Por consiguiente, es frontalmente errado suponer que bastará sanear el sector financiero y reducir la prima de riesgo, para que el libre funcionamiento de los mercados haga que España logre rápidamente un alto crecimiento del producto y el empleo. Se necesitará una intervención selectiva y secuencial para promover y sostener un alto crecimiento de la productividad, comenzando con una política comprensiva de captación y diversificación de mercados externos – ya que hasta ahora sólo se han promovido giras puntuales sin mayor resultado sostenible. 

Dado que un factor decisivo para el aumento sostenido de la productividad son las economías de escala crecientes, es indudable que España necesita de mayor número de empresas de mayor tamaño cada vez más eficientes para competir y, al mismo tiempo, requiere integrar en consorcios, redes, procesos de subcontratación y cadenas productivas a buena parte de la pequeña empresa. La consolidación de la pequeña empresa en consorcios y cadenas permite generar en las mismas economías de escalas crecientes que son esenciales para la productividad. Similarmente, la subcontratación de empresas pequeñas por parte de las grandes, permite reducir los costos de estas últimas y mejorar la calidad y productividad de las primeras. 

Es altamente improbable que lo recién expuesto sea generado espontáneamente por el funcionamiento de los mercados. Todas las experiencias en las que estos procesos tuvieron lugar, descansaron en políticas deliberadas para inducir estos cambios. 

Lo mismo puede decirse para el impulso a la adopción de innovaciones y el cambio tecnológico, proceso que es vital para un lograr un crecimiento sostenido de la productividad. En ausencia de políticas deliberadas, este proceso será débil – como lo ha sido en el pasado – e insuficiente para inducir el crecimiento de la productividad que España necesita. 

Finalmente, conviene reparar en que es imprescindible reorientar los recursos del país priorizando su inversión en actividades que compiten con el exterior y no en actividades no competitivas como es la construcción de viviendas y el negocios inmobiliario. Un país que pretenda una inserción exitosa en la globalización no puede priorizar la asignación de recursos hacia actividades no competitivas con el exterior, como de hecho tuvo lugar en España en 2000-2008. La reasignación de recursos hacia actividades que compiten con el exterior, no es algo que pueda lograrse en un plazo razonable sin implementar políticas deliberadas en esa dirección. 

Por lo tanto, pretender que reduciendo la prima de riesgo y saneando parcialmente el sistema financiero basta para recuperar el crecimiento, es en realidad una receta para un nuevo tipo de desastre: condenar a España a 20 a 25 años de plazo para reducir el desempleo desde 27 a 7 por ciento en 2033-38, sólo por ignorancia o por abrazarse a la ideología de que el libre mercado todo lo puede. 

De lo expuesto se desprende que la principal restricción al crecimiento y creación de empleo en España, se encuentra en el modelo de política económica promovido por la Eurozona y Alemania hacia los países de la periferia europea y adoptado por el actual Gobierno de España. 

Sería importante que el actual Gobierno esclarezca al pueblo español la estrategia que está adoptando y cuáles son sus hipótesis respecto a la misma. Si es que el actual Gobierno posee una estrategia, ya que hasta el momento sólo se ha limitado a esfuerzos puntuales y desesperados de dudoso éxito. Los casi 6 millones de parados en España merecen conocer cuántos años más prevé el actual gobierno que seguirán sin empleo.

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