jueves, 25 de abril de 2013

El papel de la economía sumergida en la crisis

Santos M. Ruesga, artículo publicado en la Revista Ejecutivos (nº240, marzo de 2013)

Un tema recurrente en toda crisis que se precie, consiste en acudir al refugio de la economía sumergida como factor explicativo de la escasa conflictividad social que se registra en tiempos de espectacular incremento del desempleo y ascenso de las cifras de pobreza y exclusión social. Cabría esperar que en este contexto y en ausencia de recursos públicos que palíen los efectos de la pérdida de renta disponible para un colectivo más numeroso y creciente con el paso del tiempo, los índices de conflicto social, en sus diferentes manifestaciones –desde la delincuencia, con diversos perfiles, hasta enfrentamientos sociales y laborales- experimentaran una elevación importante. 

Cuando se constata que no ocurre así, al menos no en todos los sitios y lugares, se suele recurrir, sobre todo en el mundo mediático e incluso en el político, al típico tópico del crecimiento de la economía sumergida como factor explicativo de dicha calma social en tiempos revueltos. Se afirma que el crecimiento de la economía sumergida estaría paliando el fuerte descenso de la renta disponible de las familias, derivado del ascenso del desempleo en un marco de continua caída del PIB. 

Para tratar de interpretar este aserto y poder analizarlo, con el fin de llegar a alguna conclusión sobre su verosimilitud, conviene establecer algunas premisas previas sobre el fenómeno en cuestión que nos permitan, en ausencia de información estadística veraz sobre el mismo, proceder a su contrastación empírica y llegar a diseñar algunas conjeturas racionales que confirmen o rechacen esta hipótesis, como decimos muy popular, sobre el carácter anticíclico de la economía sumergida, que se expandiría, en términos relativos, en periodos de depresión y se contraería, también relativamente, en las fases alcistas del ciclo económico, siempre en términos relativos. 

Como se ha justificado en múltiples ocasiones por la literatura especializada, la expansión de la economía sumergida -dentro del conjunto de la economía nacional de un país- produce en el orden macroeconómico, graves perturbaciones al sistema provocando, entre otros, un mayor riesgo de que las decisiones que se adopten en materia de Política Económica no alcancen los objetivos deseados y agravando la propensión al Déficit Público, dado el incumplimiento generalizado de las obligaciones de pago de impuestos y de cuotas de Seguridad Social que caracteriza el fenómeno en cuestión. 

Adicionalmente y, en el orden de la conciencia social colectiva, suscita fenómenos de insolidaridad, y de competencia desleal frente a la economía regular, que en base a la mayor presión fiscal derivada en el sistema, puede acabar induciendo a que sean cada vez más los sujetos productores que se vean tentados a dar el paso desde la economía regular a la sumergida (debilitándose los factores de orden moral que mantienen trabado el tejido social). 

El análisis de los costes y beneficios que se derivan de la situación de irregularidad para los agentes económicos que la practican, así como otras consideraciones de orden macroeconómico, no permiten emitir un veredicto claro y consistente sobre la relación cíclica entre la actividad regular y la informal, aunque nuestras propias conclusiones y la literatura económica especializada apuntan hacia una relación negativa entre ambos sectores de un sistema económico dual; relación, no obstante, empíricamente variable según los contextos regulatorios, culturales y productivos de cada país. 

Lo que sí parece estar más claro, a la luz del impacto del gasto público sobre el crecimiento económico en fases recesivas y del diferencial de productividad entre actividades regulares e irregulares, es que la economía sumergida no puede (y no lo hace) compensar con su posible expansión los efectos de la caída de la actividad productiva que se derivan, por ejemplo, de la Gran Depresión 2008/2012 que se prolonga temporalmente más allá de esta última fecha (o de otras de similar envergadura). 

No obstante, tal y como es recogido por diversos estudios en la materia, los Poderes Públicos, no pueden olvidar la función de amortiguador -en algunos de los estamentos sociales, fundamentalmente el compuesto por los trabajadores escasamente cualificados- de la economía sumergida ante situaciones de crisis económica con un alto grado de desempleo, al margen de su caracterización final respecto a la evolución del ciclo. 

A pesar de las condiciones de precariedad que suelen caracterizar las relaciones laborales en este tipo de empresas, es cierto que puede paliar situaciones de necesidad de determinados trabajadores y que los mismos han encontrado dentro del marco de la misma un grado de formación y un nivel de capacidad adquisitiva que la economía regular les negaba. 

Es por todo ello, que la economía sumergida, configurado como un fenómeno complejo y dinámico, adaptable a las características económico-sociales existentes en el país en un momento histórico dado, ha de ser abordada por las Administraciones Públicas con medidas dirigidas, en primer lugar, a fomentar y estimular la transición hacia la economía regular (reducir los beneficios de la informalidad y aumentar los de la formalidad) y adicionalmente a desactivar, a través de la efectividad del control y de la aplicación del régimen sancionador correspondiente a las empresas sumergidas, las ventajas de orden objetivo y subjetivo de estar en la "sombra", de modo tal que con todo ello se consiga aumentar los costes relativos de la vertiente irregular del sistema económico y, por el contrario, reducir (también de forma relativa) los del lado regular. Objetivo que no es definible en el terreno de la política económica a cualquier precio, como podrían estar sugiriendo algunas corrientes liberales del pensamiento económico, con enfoques orientados a “reducir el Estado a su mínima expresión”. 

En síntesis, se observa un comportamiento ligeramente anticíclico de la economía sumergida y tanto la dirección de la relación de la economía sumergida con el crecimiento, en principio inversa –lo que avalaría su carácter anticíclico-, como la intensidad de dicha relación son variables en el análisis comparativo entre países, dependiendo el resultado en cada uno de ellos de sus características económicas, institucionales y culturales. Asimismo, se constata la escasa contribución de la economía sumergida a la dinámica de crecimiento del conjunto del sistema económico.

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