Una vez
superada la cita electoral española y en espera de que el nuevo gobierno tome posesión,
la evolución económica muestra que no repara en estos aspectos: el número de
desempleados sigue creciendo (véanse los datos publicados por los Servicios Públicos de Empleo el pasado 2 de diciembre), porque la
economía sigue estancada, y las turbulencias financieras que afectan al euro en
su conjunto, no permiten ver con claridad cuáles son los problemas prioritarios
y las soluciones a implementar.
No se puede
demorar más la solución europea de la crisis de la deuda soberana: España está
recibiendo las presiones que, por parte de los grandes movimientos
especulativos, recaen sobre la moneda común. La imposibilidad de actuar con
política monetaria propia y las pretensiones de reforzar la coordinación fiscal
mediante las injerencias en los presupuestos estatales de cada miembro, con el
objetivo único de coordinar fiscalmente únicamente los ajustes presupuestarios
(es decir, reforzar sólo esa vía del Pacto
de Estabilidad y Crecimiento), no parecen ser las soluciones a los
problemas que nos acechan.
En la
próxima cumbre europea (8 y 9 de diciembre) se tratarán,
entre otros, estos temas, y se verá cuáles son las verdaderas relaciones de
poder en el seno de la Unión. Porque cada vez parecemos más alejados de una
Unión Europea y más próximos a ser satélites de Alemania o Francia.
Mientras,
podemos ir leyendo una buena cantidad de artículos, comentarios y opiniones
variadas sobre este tema. Por ejemplo, Joseph
E. Stiglitz se pregunta en Project
Syndicate “¿Qué puede salvar al euro?”; Paul Kurgman habla directamente del camino que llevamos para “Matar al euro”, en El País; Xavier Vidal-Folch
nos recuerda en El País qué sucede
cuando no se cumplen las reglas del juego en “¿Sanciones con trampa?”; y Andrew Watt se pregunta, en Social
Europe Journal, si “Is
there finally light at the end of the tunnel?”.
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