lunes, 28 de mayo de 2012

El peso de Alemania en la crisis europea

Manuel Pérez Trujillo - Augusto Plató

La Unión Económica y Monetaria (UEM) se ha considerado como el culmen del proceso de unión económica entre los estados miembros, siendo sinónimo de orgullo y «poder», representando el éxito de la región en la integración de las diferentes realidades que conforman los 17 países de la Eurozona.

En la actualidad la crisis económica ha evidenciado las debilidades de este proceso integrador, poniendo a prueba la solidez de la moneda comunitaria. La crisis ha impactado de forma diferente en las economías europeas, poniendo de manifiesto la existencia de diversas realidades económicas que requieren de una mayor coordinación y cooperación en todos los niveles que no sirvan de ataduras ante situaciones tan excepcionales como la actual -siendo un claro ejemplo el inflexible Pacto de Estabilidad y Crecimiento-.

Sin embargo, ésta no es la realidad de la situación en Europa. Las políticas de austeridad, orientadas a la corrección del déficit -que tiene su principal causa en la caída de la actividad económica véase En caída libre y sin paracaídas, en este mismo blog- no están funcionando, siendo una losa para los países más afectados por la recesión. Un claro ejemplo es el deterioro económico que sufren los países periféricos -con Grecia a la cabeza- sumidos en una profunda depresión que traspasa los límites de lo económico y se extiende hacia el ámbito político y social, amenazando la estabilidad democrática. Este es el camino elegido por Europa, ideologizada por Alemania, hasta el momento, amén de los posibles intentos futuros que pueda realizar el nuevo primer ministro francés François Hollande -aunque todo apunta más a una división que a un posible consenso-.

Esta postura tan intransigente supone un muro infranqueable ante las voces tanto de dentro como de fuera de la UE -poniendo de ejemplo a Obama en la última reunión del G8-, cada vez más altas, que pretenden reorientar la economía europea hacia la senda del crecimiento -sin olvidar la necesidad de los ajustes-. Todo parece girar entorno a la primera canciller Angela Merkel y su ministro de economía Wolfgang Schäuble, pues es su postura la que dicta el camino de Europa sin apenas ceder. Este comportamiento parece evidenciar que Alemania se ha cansado de los insensatos vecinos del sur que han utilizado los fondos comunitarios de forma irresponsable, siendo unos auténticos derrochadores que viven por encima de sus posibilidades. Esta es la visión germanófila de la cuestión, achacando el problema más a una forma de comportarse y actuar de los sureños que a elementos de carácter económico -en este sentido cabe romper una lanza a favor de Alemania en cuanto al comportamiento de la clase política en España, Italia o Grecia, cuyas decisiones han magnificado el efecto de la crisis-.

A pesar de ello también hay evidencias de que el actual problema económico surge de numerosos desequilibrios que se han acentuado con la puesta en marcha del euro. La Eurozona ha sido una gran oportunidad para los países periféricos, sin lugar a dudas, aunque, también lo ha sido para la economía alemana. El país germano ha impulsado su capacidad económica extendiendo su mercado de forma notable. Muestra de ello es el avance del saldo calculado como la diferencia entre exportaciones e importaciones de Alemania con respecto a España, Italia, Portugal y Grecia desde la puesta en marcha del euro (véanse los gráficos 1 y 2). Este saldo con los países del sur pasó de representar el 11 por ciento del saldo total que obtuvo Alemania a nivel mundial en el año 1997 hasta alcanzar el 30 por ciento en el año 2006 -antes de la crisis económica-, evidenciando una mayor dependencia económica del país germano con respecto a las economías periféricas que se convirtieron en su principal socio comercial.

Gráfico 1. Evolución saldo neto comercial -calculado mediante la diferencia entre exportaciones e importaciones- de Alemania con respecto a los países periféricos (sin contar Irlanda)
Fuente: United Nations Commodity Trade Statistics Database y elaboración propia.

Gráfico 2. Peso del superávit comercial -calculado mediante la diferencia entre exportaciones e importaciones- de Alemania con respecto a los países periféricos sobre el total del superávit comercial de alemán para los años 1997 y 2006 
Fuente: United Nations Commodity Trade Statistics Database y elaboración propia.

La mayor capacidad competitiva de Alemania con respecto a las economías periféricas es clara, evidenciando una gran diferenciación de estructuras económicas dentro de la unión que pone de manifiesto la existencia de la Europa de dos velocidades. El desajuste comercial sufrido por España, Italia, Grecia y Portugal no ha podido ser corregido a nivel monetario mediante una devaluación cambiaria que pudiera suavizar el desequilibrio -debido a la cesión de la política monetaria-, encareciendo las exportaciones alemanas. Tampoco han sido favorecedoras la política económica de Alemania orientada a la moderación salarial -que ha mitigado el efecto positivo que sobre su economía hubiera tenido la mayor capacidad de ingreso lograda del beneficio exportador y que hubiera servido para impulsar el consumo e importaciones procedentes del resto de economías europeas-, ni la revaluación del euro, que dificultó la capacidad exportadora hacia fuera de la Eurozona.

Los países periféricos deben afrontar en la actualidad severas medidas de ajuste que impliquen una devaluación interna, ajustando salarios –y empleo- para poder recuperar su capacidad competitiva. Sin embargo, la pérdida de la capacidad competitiva no solo deriva de un mal funcionamiento del mercado y las instituciones de los países periféricos, sino también deriva de la aceptación del euro o de una integración monetaria mal planteada que dejó de lado –a pesar de todos los fondos destinados- la integración productiva. Italia, Grecia, España y Portugal hicieron un esfuerzo notable al aceptar el euro como moneda, adoptando una revaluación cambiaria que les permitiese formar parte de la UEM, teniendo como ejemplo el dracma griego que entre los años 1987 y 2000 experimentó una revaluación próxima al 80 por ciento hasta su estabilización (véase el gráfico 3), dificultando claramente su capacidad competitiva y, por tanto, comprometiendo la demanda exterior para formar parte de un mercado común que pudiera compensar esta falta de competitividad frente a las regiones no pertenecientes a la Eurozona.

Gráfico 3. Tipo de cambio de la divisa nacional con respecto al euro (ECU) (1987 – 2000)
Fuente: International Statistical Yearbook y elaboración propia.
La entrada en el euro para las economías periféricas no ha supuesto una gran ventaja comercial, viendo todas ellas como sus déficits comerciales aumentaban tras la puesta en marcha de la divisa común, algo que incentivo a estás economías a reorientar su economía hacia la demanda interna –caso de España-, siendo financiado este modelo por una política monetaria expansiva que potenció el auge de los desequilibrios comerciales y el endeudamiento -véase, en este blog, No es un problema fiscal, sino de competitividad-. Todo ello en su conjunto fue el caldo de cultivo perfecto para la actual crisis económica.

Con todo ello se puede concluir que, a pesar de la intransigencia alemana y su afán acusador, los vecinos del sur hayan sido más víctimas que culpables de la actual situación, motivada por una integración monetaria mal diseñada que obviaba las disparidades estructurales. En este sentido Europa debe comprender mejor la situación económica que subyace con la puesta en marcha del euro y los desequilibrios que éste ha podido generar. Si no se logra corregir las deficiencias existentes, el euro estará en riesgo, haciendo que la inestabilidad económica y financiera de la Eurozona sean cada vez mayores, pudiendo derivar en una ruptura de la integración monetaria y del mercado común, amén de la ruptura política que parece comienza a dividir Europa.

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