jueves, 2 de febrero de 2012

OIT: Tendencias Mundiales del Empleo 2012

Prevenir una crisis mayor del empleo

El mundo se encuentra ante el desafío de crear 600 millones de puestos de trabajo en el próximo decenio. Al despuntar 2012 el mundo se encuentra ante un grave problema de desempleo y déficits generalizados de trabajo decente. Tras tres años de una situación de crisis continua en los mercados de trabajo del mundo, y ante la perspectiva de un mayor deterioro de la actividad económica, hay un retraso en el empleo mundial equivalente a 200 millones de puestos de trabajo; un incremento de 27 millones desde el inicio de la crisis.

 Global employment trends 2012. Preventing a deeper job crisis
El debilitamiento de la participación en la fuerza de trabajo enmascara una situación de desempleo mundial aún peor. En el mundo en su conjunto, la fuerza de trabajo contaba con casi 29 millones de personas menos de las que dejaban predecir las tendencias anteriores a la crisis: 6,4 millones de jóvenes menos y 22,3 millones de adultos menos. Ello equivale a casi el 1 por ciento de la fuerza de trabajo real en 2011, y a casi el 15 por ciento del número total de desempleados en el mundo. Si todos estos trabajadores potenciales estuvieran disponibles para trabajar y buscaran empleo, el número de desempleados superaría los 225 millones, o alcanzaría la tasa del 6,9 por ciento, en comparación con la tasa actual del 6 por ciento. En muchos países de la región de las economías desarrolladas y la Unión Europea, las tasas de participación han bajado; a ello se debe que haya 6 millones menos de personas en la fuerza de trabajo, en comparación con lo que dejaban prever las tendencias anteriores a la crisis. Si se añade esta cohorte a los desempleados, la tasa de desempleados de la región pasaría del 8,5 por ciento al 9,6 por ciento.

El escaso crecimiento del empleo en el mundo desarrollado y la baja productividad en las regiones en desarrollo limitan la posibilidad de una recuperación más amplia y las perspectivas de crecimiento económico.

Cada vez resulta más patente el bucle de retroalimentación negativo entre el mercado de trabajo y la macroeconomía, en particular en las economías desarrolladas: el elevado desempleo y la baja tasa de crecimiento salarial están reduciendo la demanda de bienes y servicios, lo cual perjudica más la confianza de las empresas, que dudan en invertir y contratar. Para que arraigue una recuperación sostenible, es imprescindible dar un corte a este bucle. En gran parte del mundo en desarrollo, el aumento de la productividad exigirá una transformación estructural acelerada, esto es, cambiar a actividades de mayor valor añadido al mismo tiempo que se abandona la agricultura de subsistencia como principal fuente de empleo y se reduce la dependencia de mercados volátiles de productos básicos para obtener ingresos por exportación. Para conseguir un desarrollo de base amplia cimentado en una distribución justa de los beneficios económicos es preciso mejorar más la educación y el desarrollo de las calificaciones; aplicar regímenes de protección social adecuados, que aseguren un nivel de vida elemental para los más vulnerables; y un mayor diálogo entre los trabajadores, los empleadores y los gobiernos.

Se prevé que el crecimiento mundial se debilitará en 2012

La recuperación que comenzó en 2009 ha sido efímera y superficial. Desde el tercer trimestre de 2011, las penurias macroeconómicas de algunas economías avanzadas han empeorado, pues las inversiones y la creación de empleo en el mundo se han mantenido bajos. La inestabilidad del sector financiero y las primas de riesgo en ascenso debido al panorama incierto respecto de la deuda soberana han limitado el acceso del sector privado al crédito y han ensombrecido el ánimo de los empresarios y los consumidores. Pese a que sólo unos pocos países atraviesan problemas económicos y fiscales graves a largo plazo, la economía mundial ha registrado un rápido debilitamiento, pues la incertidumbre se extendió más allá de las economías avanzadas. Así pues, la economía mundial se alejó más aún de la tendencia anterior a la crisis, y en la coyuntura actual, es bastante evidente incluso una posible recaída de la recesión.

Una crisis de tres etapas

Al entrar en el cuarto año de crisis económica mundial, los datos permiten definir tres etapas en la crisis. Al impacto del desencadenamiento de la crisis se respondió con medidas fiscales y de estímulo coordinadas que, si bien permitieron una recuperación del crecimiento, no bastaron para conseguir una recuperación sostenible del empleo, sobre todo en las economías avanzadas.

En la segunda etapa, el aumento del déficit público y los problemas de la deuda soberana indujeron la adopción de mayores medidas de austeridad para tranquilizar a los mercados de  capital. A resultas de ello, las medidas de estímulo fiscal comenzaron a menguar, y el apoyo a las actividades económicas en las economías avanzadas se centró en flexibilizar las políticas monetarias. El impacto combinado parece haber debilitado tanto el crecimiento del PIB como del empleo. El crecimiento del PIB en todo el mundo cayó del 5 por ciento en 2010 al 4 por ciento en 2011, siendo las economías avanzadas las peor situadas: en septiembre de 2011, el FMI corrigió la correspondiente predicción para 2011 al 1,4 por ciento. Mientras tanto, también las economías emergentes han comenzado a sentir las repercusiones de esa situación. El crecimiento se mantuvo fuerte en todo 2011, pero los primeros indicios de debilitamiento se percibieron en el último trimestre de 2011, en el que hubo menos pedidos de las industrias.

El endurecimiento de las políticas y la persistencia del elevado nivel de desempleo han aumentado las posibilidades de una peligrosa tercera etapa, que se caracterizaría por una segunda caída del crecimiento y el empleo en las economías avanzadas, lo que agudizaría la grave perturbación del mercado de trabajo ocasionada por la crisis.

Ha habido una reducción del espacio político

En la tercera etapa de la crisis ha habido una grave reducción del espacio político, lo que ha hecho difícil detener, o al menos frenar, el mayor debilitamiento de las condiciones económicas. En la etapa inicial de la crisis mundial, los países habían adoptado rápidas medidas para ayudar al sector financiero, además de conjuntos de medidas de estímulo de apoyo a la economía real. Sin embargo, pese al gran esfuerzo – en algunos casos, hasta el 90 por ciento del gasto público adicional se destinó al rescate de bancos –, la industria financiera sigue estando en situación de riesgo extremo; ello debilita su capacidad de conceder préstamos a la economía real. En los últimos meses las condiciones crediticias han vuelto a endurecerse, en parte debido al panorama económico extremadamente incierto. Al mismo tiempo, el alto nivel de la deuda soberana en las economías avanzadas ha limitado la capacidad de los gobiernos de estos países para ejecutar otra serie de programas de estímulo.

Para solucionar estas cuestiones es preciso coordinar las políticas a escala mundial…

Para poner coto a la prolongada recesión del mercado laboral y situar la economía mundial en una vía de recuperación más sostenible se necesitan varios cambios de política. Las políticas mundiales han de coordinarse con mayor firmeza. El recurso simultáneo al gasto público financiado con el déficit y la flexibilización monetaria del que se valieron muchas economías avanzadas y economías emergentes al principio de la crisis ya no es una opción viable para todas ellas. De hecho, el gran aumento de la deuda pública y las consiguientes preocupaciones 
por la sostenibilidad de las finanzas públicas en algunos países han forzado a los más expuestos a aumentar la prima de riesgo de la deuda soberana para poner en práctica un severo ajuste del cinturón. Sin embargo, los efectos secundarios del gasto fiscal y la creación de liquidez en todos los países pueden ser sustanciales, y, si se procede de modo coordinado, se facilitaría que los países que aún tienen margen de maniobra ayudaran tanto a su economía como a la economía mundial. Este tipo de medidas fiscales coordinadas es lo que se necesita ahora para apoyar la demanda agregada mundial y estimular la creación de empleo.

… reparar y regular el sistema financiero…

Una reparación y regulación más sustancial del sistema financiero restablecería la credibilidad y la confianza, y permitiría que los bancos superaran el riesgo crediticio que ha signado esta crisis. Todas las empresas se verían beneficiadas; sobre todo, las PYME, que no sólo necesitan más el crédito, sino que además son las que terminan creando el 70 por ciento de los puestos de trabajo. Si además ello se combina con una reforma de los mercados financieros, entre otras cosas, ampliando los márgenes de seguridad en el sector bancario interno y endureciendo las normas para los flujos financieros internacionales, se favorecería de modo decisivo al mercado de trabajo, y se conseguiría un aumento de hasta medio punto porcentual en el crecimiento del empleo, dependiendo en las circunstancias del país.

… con la mira puesta en las medidas de estímulo del empleo…

Lo más necesario ahora es centrarse en la economía real para apoyar el crecimiento del empleo. La desaceleración de la actividad económica mundial y el empeoramiento de las finanzas públicas se han caracterizado por el titubeante crecimiento del empleo y la consiguiente debilidad del crecimiento de las rentas del trabajo. A la OIT le preocupa en particular que, pese a la adopción de conjuntos de medidas de estímulo, esas medidas no hayan logrado recortar el aumento de 27 millones de desempleados provocados por la crisis. Es evidente que las medidas de política no han sido acertadas y que es preciso revaluar su utilidad. En efecto, las estimaciones correspondientes a las economías avanzadas sobre diferentes instrumentos del mercado de trabajo indican que tanto las políticas activas como las políticas pasivas anejas han demostrado su eficacia para estimular la creación de empleo y apoyar los ingresos. Los datos nacionales respecto de una gama de políticas del mercado de trabajo, como la duración de las prestaciones de desempleo y los programas de trabajo compartido, la revaluación del salario mínimo y las subvenciones salariales, así como el fortalecimiento de los servicios públicos de empleo, los programas de obras públicas y los incentivos al espíritu empresarial, revelan repercusiones en el empleo y los ingresos.

… y alentar al sector privado para que invierta…

Las medidas de apoyo público por sí solas no bastarán para impulsar una recuperación sostenible del empleo. Los formuladores de políticas deben actuar con determinación y de modo coordinado, a fin de reducir el temor y la incertidumbre que obstaculiza la inversión privada, para que el sector privado pueda volver a poner en marcha el motor principal de la creación de empleo. Para impulsar una recuperación fuerte y sostenible en el empleo será imprescindible prever incentivos para que las empresas inviertan en instalaciones y equipos, y para que amplíen su plantilla.

… sin comprometer la estabilidad fiscal

Para que los conjuntos adicionales de medidas de estímulo sean efectivos, no deben aumentar más la deuda pública, porque pondrían en peligro la sostenibilidad de las finanzas públicas. En tal sentido, un gasto público completamente acorde con los incrementos de la renta puede servir de estímulo a la economía real, gracias al multiplicador del presupuesto equilibrado. En épocas de demanda titubeante, ampliar el papel de los gobiernos en relación con la demanda agregada ayuda a estabilizar la economía, y establece un nuevo estímulo, incluso si el incremento del gasto se ve complementado plenamente por aumentos simultáneos de los ingresos tributarios. Tal como se señala en el presente informe, los multiplicadores de presupuesto equilibrado pueden ser de gran magnitud, en especial en el entorno actual de masiva infrautilización de la capacidad y elevadas tasas de desempleo. Al mismo tiempo, el equilibrio del gasto con unas rentas más elevadas permite mantener lo suficientemente bajo el riesgo presupuestario, y satisfacer así a los mercados de capital. Por consiguiente, es posible que esta opción de política no afecte a los tipos de interés; ello propiciaría la total efectividad de las medidas de estímulo en la economía.

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