martes, 17 de enero de 2012

Discriminado y decepcionado: yo también quiero un préstamo del BCE

La verdad, Sr. Draghi, llevo unas cuantas noches sin poder conciliar el sueño. No es por los recortes que estamos padeciendo en estos días en mi país (y en otros muchos europeos), de los que supongo ya estará Vd. al tanto. Aunque a mí esto, como funcionario, me pilla de lleno. 

Tampoco es por la devaluación del euro que está provocando la actuación del Banco que Vd. preside. En esto incluso podríamos estar casi todos de acuerdo, ya que con ello las cosas no van mal para los que exportan mucho al exterior de la Unión Europea, que no es mi caso ni el de la mayoría de los españoles. No obstante, a mí, titular de un préstamo hipotecario en moneda extranjera, también esto me pilla de lleno. 


Lo que me desvela es la discriminación a la que Vd. me está sometiendo con las actuaciones recientes que su presidencia en el Banco Central Europeo (BCE) viene desarrollando. Veamos. Han decidido en los últimos meses darle a la máquina de fabricar euros para prestar a la banca europea una jugosa cantidad que puede superar el medio billón en nuestra moneda. Arguyen Vds., quizás con razón, que hay que apoyar a los bancos con el fin de que nuestro sistema crediticio funcione; si mal no entiendo la pretensión de esta extensa línea de crédito es que los bancos dispongan de liquidez para otorgar préstamos a empresas y consumidores con el fin de activar una economía, la europea y particularmente la de algunos miembros del aérea euro, que está en un periodo agónico (técnicamente se dice en recesión, ¿no?). 

Pero, si ése es el objetivo, hete aquí que los bancos europeos no le hacen demasiado caso. Ellos tienen sus propias prioridades. Consolidar su solvencia, lo que significa que tienen que aumentar el capital, que las autoridades bancarias les exigen ahora en mayor cuantía, en reserva. Y eso se obtiene o bien buscando capital fuera de sus propias instancias o bien aumentando los resultados del banco para que parte de lo obtenido pase a formar parte de ese core capital requerido ahora en mayor proporción sobre los activos. Qué mejor cosa, por tanto, que no arriesgarse al ofrecer crédito a los particulares y por el contrario, otorgárselo a los Estados soberanos. Sí, ya sabemos que algunos de ellos están calificados de alto riesgo, pero razón de más: a más calificación de los S&P más rendimiento en la inversión en deuda soberana (que se lo digan al Estado griego) y, no olvidemos, que las instancias comunitarias ya se han puesto de acuerdo en que no habrá más “quitas” de deuda tras lo acordado para Grecia. Conclusión: la banca europea recibe préstamos a tres años al 1 por ciento y lo invierte en deuda soberana de España, Italia e incluso Portugal y Grecia, con un “pingüe” diferencial a su favor de cuatro puntos para arriba. Sin gran esfuerzo, prácticamente es darle a una tecla al ordenador central del banco. 

Si yo voy a pedir un préstamo al banco para, pongamos por ejemplo, cambiar mi avejentado automóvil, del 8 por ciento no baja, y, eso sí, con garantías individuales que pueden llegar a incluir el patrimonio de toda mi familia extensa. Será porque soy un “activo de riesgo”. 

Es cierto que tanto nuevo dinero prestándose a los Estados soberanos puede tranquilizarnos un poco y poner a los “mercados” tan cicateros ellos para invertir en estos activos en posición de descanso temporal. Pero, me pregunto: ¿no podía haber hecho lo mismo prestándoselo Vd. directamente a los Estados soberanos? Sí, ya sé que tenemos una legislación comunitaria que pone impedimentos a ello, pero fíjese Vd. aquí, en España, en un par de días solucionamos un cambio de la Constitución, que llevaba décadas sin tocarse, para mostrar ser los primeros y más firmes defensores del Pacto de Estabilidad. ¿No podría hacerse eso en la Unión Económica y Monetaria? 

Pero lo que me inquieta, en última instancia, es la discriminación a la que me somete Vd. como ciudadano europeo. A ver, ¿por qué razón no me puede Vd. prestar un par de millones de euros? Yo me comprometería a colocarlos en letras del Tesoro español (o italiano o portugués o griego) a tres años, por poner un ejemplo que me pilla cerca, y gastarme todos los rendimientos que de ello obtuviera (pondría no obstante, ese patrimonio a buen recaudo en una SICAV, que ya le explicaré otro día en qué consiste). En un cálculo rápido obtendría como mínimo unos 75.000 euros por año que dedicaría a viajar más por Europa, a comprar un nuevo automóvil alemán, a regalarme con algo más de champagne francés y algunas otras fruslerías que, sin duda, serán un buen incentivo al crecimiento económico. Fíjese: de una sola tacada, además de ayudar a templar los mercados financieros, con beneficio para las arcas estatales (lo de la SICAV aparte) yo contribuiría a expandir la demanda de bienes y servicios que buena falta le hace a nuestras empresas, además de disponer de crédito. 

Y no soy menos solvente. Funcionario, con un sueldo fijo, eso sí, decreciente, pero anclado en el presupuesto del Estado, que como decíamos antes está ya garantizado que no hará quiebras insensatas. Luego yo tampoco quebraré. Devolución garantizada del préstamo que me haga el BCE, al finalizar los tres años de vigencia de las letras del Tesoro Español. 

Por todo ello no entiendo muy bien por qué no ha sacado Vd. una línea de crédito al ciudadano y ésa es la razón por la que me siento profundamente discriminado (¿quizás si pido una licencia para que mi familia opere como banco?), a la vez que decepcionado.

Santos M. Ruesga - Augusto Plató

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